Con motivo de la exposición «Caminante, son tus huellas…» en Cafebrería ad Hoc, preferimos organizar una revista caminada, antes que una mesa redonda. No es posible hacer un resumen exhaustivo de todos los participantes en la 14 Revista Caminada, organizada por Rafael Lamata y Miguel Nava, el sábado 27 de enero de 2024, en los alrededores del Parque del Oeste y de los arcos de Moncloa.
Rafa Lamata nos habló de la importancia del vacío frente al lleno, y por eso decidió comenzar el paseo partiendo de un vacío o —como quería Oteiza— de un túnel. Nos regaló un extraño poema de tres sílabas: Va Sí Oh! Rafa es partidario del vacío, del anonimato, de no hacer convocatorias públicas y de no registrar documentalmente las acciones, sino dejarlas a su aire, descansando en la memoria y en el tiempo.
A mí me tocó hablar en segundo lugar y, como quería dedicarle la revista caminada a mi amigo Hilario Álvarez, les hablé de una curiosa performance que realizó Hilario en Madrid, sentado en una terraza, en la actual plaza de Rafaela Carrá. La performance consistía en contar las lentejas que hay en un paquete. Aquella performance, en la que resultó haber 13.314 lentejas, fue para mí como un enigma. ¿Cuál era su sentido? Al margen de Rafa Lamata y de Miguel Nava, también Hilario había estado organizando seis o siete revistas caminadas por su cuenta, entre los años 2010 y 2018, continuando con la numeración anterior, y dejándolas en 20. Parece evidente que las cuentas no estaban nada claras. Pero Hilario sin embargo era partidario del relato, y de contar las cosas. Contar tiene, pues, una doble acepción. Se trata, por un lado de numerar, pero se trata, por otro de relatar. E Hilario se tomó la molestia de documentar, a través de un blog abierto por la Oficina de Ideas Libres, las distintas revistas por él organizadas. Como homenaje a Hilario, yo les entregué a los asistentes cuatro o cinco lentejas a cada uno, con el ruego de que las plantaran, las cosecharan y, si fuese posible, las cocinaran y las comieran. Ha sido la primera performance de mi vida y, tal vez por eso, Yolanda Pérez me condecoró con una insignia en la que ponía: “Future artist”. Por algo se empieza.
Después vinieron Nieves Correa y Abel Loureda, quienes nos rociaron con perfume, junto a un olivo solitario, al lado de la antigua cafetería Galaxia —en la que se fraguó una conspiración para preparar un golpe de Estado contra la joven democracia española—, aunque ellos prefirieron recordarnos más bien las andanzas de la Guerra Civil, junto al cercano Cuartel de la Montaña, así como la existencia, también cercana, de una fábrica de perfumes, ya inexistente.
Nos fuimos hacia los bajos de Aurrerá, donde nos esperaba un irreconocible Jaime Vallaure que insistió en que él era el verdadero Jaime Vallaure. Aunque podríamos llamarle J. V. También Pepe Murciego hizo algunas reflexiones acerca de los problemas de la identidad. “Je est un autre”. Poco después Yolanda Pérez intentó un difícil ejercicio malabarístico, con sus pies descalzos sobre un montón de clavos.
Rafa Suárez nos invitó a hacer un poco de gimnasia, para luego reconfortarnos con unas barritas energéticas. De nuevo Pepe Murciego, junto con Mónica Rubio y Roxana Popelka, nos invitó a bailar “Zapatos de gamuza azul” de Elvis Presley, ofreciéndonos a todos unas calzas azules de hospital, para que pudiéramos ir más conjuntados. Por el camino, Fernando Baena, hizo una intervención tan discreta que muchos apenas nos enteramos. Él mismo avisó de que no era para todos los públicos. Aceleró discretamente la marcha, se puso en cabeza de la comitiva y se quedó esperando en un banco. ¿Alegoría tal vez de la vanguardia? No sé.
La siguiente intervención fue la de Ana Pérez Pereda, junto al busto de César Vallejo que se encuentra en el Paseo de Rosales. Ana contó las letras que se encuentran en el poema inscrito en la base del monumento e hizo una pequeña intervención con esas 519 letras.
Inmediatamente después dos chicos nos invitaron a mirar el cielo de Madrid, tumbándose en medio del paseo y, poco después, Giuseppe Domínguez le estuvo dando vueltas a la pregunta heideggeriana “¿Qué significa pensar?”, en su relación con el caminar. Domínguez insistió en que pensar es caminar y caminar es también pensar. Pero, mirando en el diccionario, le recordó al filósofo alemán que pensar es también alimentar al ganado con pienso. Y, en ese sentido, nos dio un poco de pienso a cada uno. Animales pensantes como somos, lo comimos de buen grado.
Y ya camino del final, Manuel Rufo organizó una marcha dislocada, al estilo de las de Hamish Fulton, en homenaje sin embargo a Bruce Naumann. Cuesta arriba estuvimos desfilando todos, recitando: “Ahora que vamos despacio…”
En una plaza secreta Antonia Castaño nos fue recitando un poema al oído, y nos invitó a que, haciendo un aparte con otra persona, se lo recitásemos a su vez a esa tercera persona.
Me impresionó el juego de cartas que nos hicieron dos jóvenes performers, Ana Alonso y Julia Fernández, pues prepararon un juego de cartas marcadas con algunas de las frases que se habían ido formulando en las distintas acciones de aquella mañana y las pusieron boca abajo, de modo que cada uno de los participantes escogiera luego una carta. Pude ver algunas de ellas. En una ponía lo que yo había dicho sobre Hilario Álvarez: más cuentas y menos cuentos. Me gustó.
Ya para terminar, Yolanda Pérez nos impuso una condecoración a los participantes. Yo me llevé la mía con mucho gusto. Me nombra “future artist”. No está nada mal. De nuevo, joven promesa.