Ritmos, tramas, variables en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
En el panorama del arte contemporáneo español, Soledad Sevilla destaca por su capacidad para explorar los límites entre la pintura, la instalación y la experiencia sensorial. La exposición Ritmos, tramas, variables, presentada en el Museo Reina Sofía, supone una revisión integral de seis décadas de producción artística, reafirmando su relevancia en el arte contemporáneo. Comisariada por Isabel Tejeda, la muestra reúne más de un centenar de obras que no solo narran la evolución de Sevilla como artista, sino que invitan al espectador a transitar los paisajes interiores de su imaginación.
Desde los primeros trabajos de Sevilla en el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid hasta sus instalaciones recientes, la exposición traza un recorrido cronológico y circular que subraya la recurrencia de patrones como el módulo, la trama y la línea. “He pintado el mismo cuadro toda mi vida”, escribe Sevilla en su Cuaderno de Boston, una frase que actúa como eje conceptual de la muestra, evidenciando la capacidad de Sevilla para transformar una idea en formas y significados que se despliegan y renuevan con el tiempo; lejos de ser monótona, esta insistencia revela una infinita variabilidad, una capacidad de transformar la uniformidad en un viaje constante hacia lo desconocido.
La obra de Sevilla, como así ha tratado de mostrar esta exposición, es un manifiesto de economía estética: transformar los mínimos elementos en un torrente de sensaciones. La línea, repetida con una precisión casi científica, revela, sin embargo, una inclinación hacia el error y la fragilidad. No es únicamente una estructura geométrica, sino un ritmo que resuena con la estética pitagórica, esa búsqueda antigua de un orden universal que trasciende lo visible. En su obra, la línea se descompone y se recombina, como si cada trazo fuera un intento de capturar lo efímero, de detener el instante entre la nostalgia de lo que se desvanece y la fascinación por lo que apenas vislumbramos.
Entre el orden y la emoción.
Desde sus primeras retículas, surgidas en el Centro de Cálculo en la década de 1970, hasta sus exploraciones más recientes, Sevilla ha trabajado con una devoción metódica por la geometría. Estas tramas iniciales, que evocan una estética de orden y rigor, pronto evolucionan hacia planos donde la sensación desplaza a la forma. En series como Las Meninas o Alhambras, Sevilla convierte la línea en un vehículo para explorar el espacio, creando composiciones que, aunque abstractas, evocan lo tangible. Como en la ornamentación árabe, las líneas de Sevilla no solo estructuran, sino que generan una experiencia espiritual: un juego de repeticiones y variaciones que sugiere lo infinito. En sus Alhambras, este vínculo se hace explícito, las tramas entrecruzadas nos transportan al aire vibrante de Granada, donde la luz y la sombra construyen arquitecturas efímeras.
Sin embargo, no todo en Sevilla es serenidad. La serie Insomnios ocupa un lugar destacado en la exposición, no solo por su escala monumental, sino por la profundidad emocional que transmite. Inspirada en las noches de insomnio que la propia Soledad Sevilla describe como momentos de paradoja —oscuridad envolvente y claridad mental inusitada—, estas obras llevan al espectador a un espacio liminal entre la vigilia y el sueño, donde la percepción se agudiza y la mente se enfrenta a su propio laberinto. Los Insomnios se presentan en grandes lienzos, donde Sevilla despliega una paleta cromática dominada por negros, grises y blancos, pero salpicada ocasionalmente por rojos que irrumpen como destellos de luz o de vida. Este juego de contrastes genera una atmósfera inquietante; la sensación de vacío es palpable, pero no es un vacío desolador; más bien, es un espacio habitado por las emociones y las tensiones, donde el silencio parece susurrar verdades veladas.
En sus series recientes como Nuevas Lejanías, Horizontes y Semperes, Sevilla regresa a la línea, ahora dibujada a mano alzada, permitiendo que el error y la vibración del pulso humano se filtren en la obra. Aquí, las líneas temblorosas abrazan el error humano, sugiriendo que la imperfección puede ser una fuente de belleza. Este temblor conecta la meticulosidad de su obra con una sensibilidad profundamente humana.
El tiempo y la memoria. Las instalaciones de Soledad Sevilla.
Las instalaciones de Sevilla, como El tiempo vuela y Donde estaba la línea, demuestran su habilidad para tejer el espacio con los hilos de la sensibilidad y la historia.
En El tiempo vuela, Sevilla recurre a mariposas mecánicas que giran incansablemente, simbolizando el ciclo de la vida y su inevitable carácter efímero. Este giro constante, acompañado por un ritmo sonoro mecánico, alude al concepto de vanitas, una meditación clásica sobre la transitoriedad de las cosas terrenales. Sin embargo, Sevilla actualiza esta idea al presentarla en un formato contemporáneo, donde la tecnología sustituye las representaciones pictóricas tradicionales, generando un impacto visual que es, a la vez, poético y perturbador. El título, inspirado en un verso de Antonio Machado, “Y es hoy aquel mañana de ayer”, subraya la percepción cíclica del tiempo. El movimiento perpetuo de las mariposas no solo simboliza la vida efímera, sino también la posibilidad de renacimiento, encapsulando la tensión entre el fluir continuo del tiempo y nuestra lucha por retener lo que inevitablemente se escapa.
Por otro lado, Donde estaba la línea es una obra que trasciende los límites de la pintura para materializarse en el espacio tridimensional. En esta instalación, Sevilla utiliza hilos de algodón para crear un velo arquitectónico que dialoga con el entorno físico del museo. El acto de tejer estos hilos evoca un simbolismo profundamente femenino, uniendo la meticulosidad del trabajo manual con una narrativa histórica. Al hacerlo, Sevilla conecta la memoria colectiva con la experiencia individual; este velo de hilos no solo representa una barrera, sino también una invitación a reflexionar sobre la permeabilidad de los límites: entre pasado y presente, entre lo privado y lo público.
Fragmentos de realidad. La trama de Soledad Sevilla.
En Arquitectura agrícola, Soledad Sevilla nos invita a mirar el mundo a través de la trama, un filtro que transforma lo cotidiano en una experiencia cargada de significado. Su escultura, tejida con materiales como hierro, papel, neopreno recortado y maquetas de madera y polietileno pintados, evoca los secaderos de tabaco de la Vega de Granada. Allí, el viento y la luz atraviesan mallas de plástico que, como celosías humildes, nos enseñan que lo visible no es un todo transparente, sino una compleja superposición de capas y tramas invisibles, filtrada por nuestras emociones y perspectivas, que moldean lo que vemos y sentimos.
Mirar el mundo a través de la trama, en las manos de Soledad Sevilla, se convierte en un acto profundamente introspectivo: una forma de contemplar no solo el entorno, sino también nuestra relación con él, con los demás y con el tiempo.
Así, Ritmos, tramas y variables no es únicamente una exposición; es un recordatorio de que el arte, como la vida, es un entramado donde lo eterno se encuentra en los detalles más fugaces. A través de sus ritmos, tramas y variables, Soledad Sevilla nos invita a detenernos, a observar con detenimiento lo que a menudo pasa desapercibido, transformando lo efímero en algo imborrable. En un tiempo donde la superficialidad parece dominar, Sevilla nos muestra que alcanzar lo hermoso en nuestras vidas es costoso, difícil e incluso raro, pero que el esfuerzo por dejar constancia de su existencia es esencial. Cada obra suya es una afirmación de esta búsqueda, una prueba tangible de que, a pesar de su fragilidad, la belleza persiste, se revela y nos conecta con algo mayor. Con Sevilla, aprendemos que lo sublime no está en lo grandioso, sino en esos pequeños gestos que, como sus líneas, construyen un puente entre lo cotidiano y lo eterno.
Esther Barreiro Martínez.
Madrid, 03 de febrero de 2025.
Soledad Sevilla. Ritmos, tramas, variables.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Edificio Nouvel, Planta 1. Calle de Santa Isabel, 52, Madrid, del 25 de septiembre de 2024 al 10 de marzo de 2025.