Sobre mujer y fotografía

María Antonia García de la Vega
Pasajeras
Prólogo de Estrella de Diego
Ed. de mariantoniagarciadelavega.com, Madrid, 2024.

¿Hay alguna relación especial entre la mujer y la fotografía?

Hacia 1980 hubo en España una interesante generación de escultoras, en la que destacaban artistas como Eva Lootz, Susana Solano, Esperanza D’Ors o Cristina Iglesias, que me llevó a preguntarme por la atracción que ejercía la escultura sobre las mujeres. ¿Era posible encontrar alguna relación específica entre la escultura y la mujer? Eva Lootz entonces me insistió en que, en su opinión, había una relación natural. Me dijo que las mujeres tienen menos miedo a mancharse las manos que los hombres, que ellas siempre están con las manos en la masa (en la cocina o en el barro) y que, en último término, hay también una relación natural entre la mujer y la materia, pues no en vano la palabra “materia” viene de mater (madre).

Cuarenta años más tarde, encuentro que hay en España una espléndida generación de fotógrafas. Empezando por Colita y siguiendo por Cristina García Rodero e Isabel Muñoz, son muchas las mujeres que se vienen dedicando activamente a la fotografía en nuestro país. Habría que mencionar a Ouka Leele, Cristina de Middel, Belén Serrano o Alicia Moneva, además de a las otras numerosas fotógrafas que Maria Antonia García de la Vega recoge en su estupendo libro Pasajeras: Linarejos Moreno, Paula Anta, Marta Soul, Rosell Meseguer, Carma Casulá, Soleda Córdoba y muchas otras. Ello es lo que nos lleva ahora a preguntarnos si hay alguna relación especial entre la mujer y la fotografía o si es tan solo una actitud diferente.

Susan Sontag, que fue compañera y amante de una excelente fotógrafa de moda, Annie Leibovitz, escribió un bellísimo libro sobre la fotografía, en el que sin embargo insistía en que la fotografía tenía algo de íntimamente masculino. Con su objetivo y su teleobjetivo eminentemente fálicos, y con ese lenguaje belicista de la cámara de fotos, que se carga, se apunta y se dispara. Como si la mirada del fotógrafo fuese una mirada siempre penetrante, indiscreta, pornográfica.

¿Es posible establecer alguna relación esencial entre la mujer y la fotografía que explique este renovado interés, pero que viene sin embargo desde los orígenes mismos de la fotografía, con fotógrafas como Julia Margaret Cameron, Imogen Cunningham, Berenice Abbot o Tina Modotti? ¿Es posible establecer alguna relación que no incurra sin embargo en los tópicos de la sensualidad, de la ternura o de la mirada maternal?

El libro de María Antonia García de la Vega del que ahora nos ocupamos es un trabajo en el que una mujer mira y retrata a otras mujeres. Y en él se plantea explícitamente la relación entre la fotografía y lo femenino. Pues, además de las numerosas fotógrafas aquí retratadas, en el libro aparecen también las dos directoras que, hasta ahora, ha tenido el festival PhotoEspaña, Claude Bussac y María Santoyo, algunas de las galeristas que se han dedicado preferentemente a la fotografía, como Blanca Berlín y Rita Castellote, e incluso algunas de las principales especialistas españolas en historia y teoría de la fotografía, como Oliva María Rubio o como Carmen Dalmau. Por no hablar de las numerosas docentes, directoras de centros de arte y gestoras culturales que aquí aparecen.

¿Hay algo especial o algo diferente en la mirada de María Antonia sobre otras mujeres?

Desde luego que sí. Para empezar, la suya no es una mirada sexualizada, como la que, por ejemplo, dirige un Helmuth Newton o un Alberto García Alix cuando fotografían mujeres. Ello quiere decir que las mujeres aquí representadas nos aparecen como mujeres liberadas de su determinación sexual, emancipadas de su sexualidad. Como si la sexualidad fuese, en último término, un instrumento de sumisión y dominación masculina.

Son, en segundo lugar, fotografías de estudio, en las que todos los elementos de la representación han sido escrupulosamente cuidados. Las mujeres aquí fotografiadas han escogido, todas y cada una de ellas, un objeto especial con el que quieren ser reconocidas o identificadas: un libro, una máscara, una flor o un instrumento musical. De modo tal que aquí nos encontramos los dos elementos clásicos de la representación fotográfica, según Roland Barthes: el studium, propio del dispositivo escenográfico, del fondo negro y de la iluminación planificada; y el punctum, el objeto fetiche sobre el que cada una de estas mujeres desea llamar nuestra atención.

Hay, en tercer lugar, en esta mirada femenina sobre las mujeres, algo que no nos debe pasar desapercibido. Pues la fotógrafa presta una atención especial a la ropa y a los vestidos de sus modelos. De modo que los abrigos, las capas, las túnicas, los echarpes, los pañuelos, los tocados, los sombreros, los adornos, los colgantes y las joyas de las mujeres aquí retratadas se vuelven también protagonistas. En el autorretrato dentro de un marco que se hace la propia María Antonia García de la Vega, dos cosas llaman nuestra atención: el anillo en una mano que se sale, al modo renacentista, más allá del marco, y la perla que, a modo de pendiente, brilla junto a su rostro. Ambos señalan el punctum.

Aquí no hay sin embargo inconsciente óptico. Aquí no hay, como quiere Benjamin, la irrupción de lo inesperado en la fotografía. De algún modo todo está pensado y planificado en estos retratos, hasta el mínimo detalle. Aquí tampoco hay sensación de lo ya sido o de lo irrepetible, ese momento luctuoso que veía Roland Barthes en toda fotografía, mientras tenía en mente la foto —que no quiso mostrar— de su madre muerta. Por el contrario, las imágenes de María Antonia nos aparecen como detenidas en el tiempo (intemporales) y, de algún modo, sus protagonistas aparecen aquí inmortalizadas. Algo de esto es lo que reconoce Estrella de Diego en su texto introductorio, cuando habla de que estas mujeres, pasajeras, emergen de un fondo negro noche, que queda grabado en la memoria.

Cuando murió Susan Sontag, su compañera, su amante y su mujer, Annie Leibovitz, la vistió para el funeral con un vestido de Fortuny que ambas habían comprado en Milán. La propia Leibovitz tomó algunas fotos del cadáver. Creo que esta atención a los detalles expresa mucho de esa mirada femenina sobre la fotografía que también comparte María Antonia García de la Vega.


Las fotografías del libro Pasajeras de María Antonia García de la Vega podrán verse en la exposición homónima, comisariada por Zara Fernández de Moya, que se inaugurará el próximo 12 de diciembre de 2024 en el Centro de Arte de Alcobendas (Madrid).

Por Miguel Cereceda

Miguel Cereceda es profesor de Estética y teoría de las artes en la Universidad Autónoma de Madrid, crítico de arte y comisario independiente de exposiciones. Ha publicado El lenguaje y el deseo, El origen de la mujer sujeto y Problemas del arte contemporáne@. Su último libro, sobre teoría de la crítica, "Parcial, apasionada, política", se publicó en la editorial Árdora, en Madrid, 2020. Ha sido profesor invitado en las universidades de Potsdam (República Federal Alemana) y UDLAP (México).