Bruce Nauman. Estancias, cuerpo, palabras
Comisarios José Lebrero y Eugen Blume
Museo Picasso de Málaga
Málaga, del 17 de junio al 1 de septiembre de 2019
Tras la gran retrospectiva, hace ya 25 años en el MNCARS, la obra de Bruce Nauman (Fort Wayne, Indiana, 1941) vuelve a presentarse en el contexto de una gran exposición en territorio español. Las paredes del Museo Picasso de Málaga se ven inundadas por neones, vídeos, instalaciones y esculturas del artista estadounidense, reunidas bajo el título Bruce Nauman. Estancias, cuerpo, palabras. Dicho título supone una premisa —estancias, cuerpos, palabras— a modo de antesala, no solo de las obras que vamos a encontrar, sino también del discurso expositivo establecido en torno a su ética y sus conceptos creativos. Vemos así las múltiples influencias de la danza, el lenguaje, el juego y la música, implementadas a través del desarrollo curatorial, desbordando las estancias de la institución malagueña.
Una pieza de neón nos da la bienvenida a la exposición. Inundando toda la pared, se encuentra Buzo [1988], en la que dos monigotes cabeza abajo, configurando un solo cuerpo, se encuentran en plena fase de descenso. Aquí empezamos a apreciar la influencia [crítica] de los juegos del lenguaje de Wittgenstein, pues si bien es un buzo, asemejando la inmersión acuática, la obra remite al conocido juego del ahorcado. Las pistas residen en la misma obra, pues el monigote que vendría a representar el momento anterior a la caída, tiene cada una de sus extremidades de colores totalmente distintos, haciéndonos pensar en el acierto de las letras del juego y de cómo vamos configurando su cuerpo. Sin embargo, el intrigante detalle viene dado en la figura del segundo monigote, al cual la dolorosa caída, perceptible en su cara, le ha provocado una erección.
Nauman interpela de manera directa, y desde el primer momento, a la conciencia del espectador. Busca provocar. Provocar una reacción y una incertidumbre en forma de expresión, en forma de indagación en la obra y su mensaje. Deja una puerta abierta a la interpretación de quien mira, buscando una apreciación de la obra plenamente obligatoria. Su juego no es una concepción onanista de la noción de arte, sino una llamada; primero de búsqueda y después de atención. En El verdadero artista ayuda al mundo revelando verdades místicas (rótulo para escaparate o pared) [1967] lo expresa claramente, mediante este cartel de neón que se camuflaría perfectamente entre sus homólogos californianos, convirtiéndose en un elemento casi imperceptible del entramado urbano. Nauman busca a ese espectador interesado que analice la escena y logre encontrar dicha “obra”, y cuyo paso posterior sería el de cuestionar la naturaleza y utilidad de la misma.
El obligado análisis del espectador lo expone también en sus vídeos, cuya cualidad documental lo acerca a una forma de retratar la performance: alejado de la concepción artística del vídeo [vídeo como arte-arte como vídeo] presenta una ‘actuación’ cuya importancia se concibe como su sino. Clara muestra de este registro lo encontramos en Paseo con ángulo gradual [1968]. El artista en su estudio da una suerte de “paseo”, más parecido a una danza, debido a los saltos y cambios bruscos de posición. Si bien en un principio parecen aleatorios, denotan su marcado interés coreográfico. El desafío del espectador es plantear qué sucede: explorar el espacio utilizando el cuerpo como acción. El cuerpo como ‘puente’ entre artista y lo que le rodea, creando un diálogo con el espacio, en forma de lenguaje geográfico. Lenguaje que extrapola también a obras como Posiciones de pared y suelo [1968], en la cual, mediante veintiocho posturas, se relaciona como punto de intersección entre la pared y el suelo, buscando la máxima combinación de posiciones entre uno y otro, agotando así sus capacidades corporales.
Esto hace al visitante un agente en el cual reside la necesidad de indagación. El “paseo”, las posturas, forman parte de un elemento mayor que una simple suma de múltiples combinaciones. En sus obras vemos la concreta intención de lucha contra la comodidad, contra el reposo del cuerpo, promoviendo la alteración e interés de quien mira.
Las exploraciones con el vídeo le llevan a la falsa inmediatez del medio. Una mediación entre espectador y vídeo, en forma de brecha entre las imágenes y el “yo”. Busca exponer al espectador en dos lugares al mismo tiempo. Grabación en vivo de corredor (Lived-taped video corridor) [1970]es la muestra más vehemente; utiliza la claustrofóbica forma de un estrecho pasillo —que solo permite circular de uno en uno— para orientar mirada y dirección hacia dos monitores. Una cámara a nuestras espaldas retransmite las imágenes a las pantallas, haciéndonos ver el camino andado. La acción se expone en el corredor —espacio físico— y en la pantalla — espacio virtual— simultáneamente, logrando dicha ambivalencia.
Resulta llamativa la fuerza con la que Nauman consigue hacernos pensar sobre nosotros mismos, como entidades físicas propias. Si bien los vídeos son representaciones documentales de sus actuaciones, pueden ser también interpretados como instrucciones para explorar nuestra propia corporeidad. El desafío de Bruce Nauman no parece tanto generar interés sino generar una inmersión; su escurridizo discurso nos obliga a enfrentarnos de lleno con la obra, a sumergirnos por completo en ella. Por eso sus pasadizos son tan estrechos, por eso sus habitaciones nos llaman a entrar, por eso sus neones nos atrapan y por eso sus esculturas captan nuestra vista.
El recorrido creado por los comisarios José Lebrero y Eugen Blume presenta el centenar de obras del artista como algo alejado de la mera exposición de objetos. Nos hace pensar sobre él, nos hace cuestionarnos y dialogar en torno a obras extrañas y confusas. Su Habitación sellada. Sin acceso [1970] es una alegoría perfecta para definir lo visto: un muro. Nada más en una primera vista. Pero escuchamos un sonido, algo que nos llama la atención –ventiladores en este caso— y procedemos a acercarnos. Nauman es esa habitación sellada, sin acceso, guardando el verdadero significado de la obra para sí, pero llamando al espectador curioso.
Su obra ha marcado un hito en la Historia —no por nada es considerado un artista fundamental— y nos habla desde su forma tan característica: burlón con el lenguaje y envuelto en la luz del neón.
Fernando Sánchez Morote
fernando.sanchez.morote@gmail.com
@fernandosam92