De las entrevistas que he hecho hasta ahora para artesycosas.com, ésta es sin duda la más complicada. Primero porque la vida de Alfredo, ya bastante complicada de por sí, pegó un vuelco mientras la hacíamos. Luego, porque la obra sobre la que comenzamos la entrevista cambió también de pronto, transformándose en otra. La entrevista misma corría el riesgo de convertirse en algo interminable y lacrimógeno. Nadie me perdonaría que resultase algo lacrimógeno. El propio Alfredo es un tipo afectuoso, pero duro, y no quisiera de ningún modo que fuera así.
Conocí a Alfredo y a Ros en un ascensor, en casa de Manolo Quejido y Marisol García, hará unos 20 años. Pensé qué pareja más guapa. Pensé en ellos dos como en la imagen de la felicidad.
Empezamos la entrevista en mayo, y hubo un parón. Le enviaba las preguntas por correo electrónico, pero no me contestaba. Por fin, a mediados de julio, me dijo que habían estado en el hospital con Mateo, su hijo pequeño. La última vez que nos vimos en un picnic multitudinario, Mateo no tragaba bien. Le llevaron al médico días después para revisar la garganta, y tenía un cáncer.
Alfredo me contaba, en mayo del 2014, que se enfrenta a su trabajo, a la pintura, como un problema que le ponía enfermo. Hasta que se puso enfermo de verdad. Tiene una esclerosis múltiple degenerativa.
RC- ¿En qué momento te encuentras?
AI- Miguel Ángel Campano me habló hace muchos momentos, precisamente del momento… Me dijo: “Sabes, cuando yo estaba haciendo las pinturas negras, todos aquellos nudos y coágulos que pintaba se estaban haciendo a la vez en mi cabeza”. Curiosamente, después de sus ictus cerebrales, pudo comprobar, con pruebas clínicas en la mano, la tremenda semejanza entre unas y otros. Si es que podemos llamarlo semejanza.
RC- Bueno. Eso parece un poco desesperado.
“Nadie nos espera ya”. Recuerdo esta frase de una conversación con Manolo Quejido. Nuestras conversaciones han girado siempre en torno al sentido del hacer. Eso que Manolo llamó siempre la preocupación.
RC- Campano, Quejido… ¿Dónde los conociste? ¿En CRUCE?
Sí, Cruce fue un lugar donde pude tener estas conversaciones. Esa conversación infinita que diría Blanchot. Aquella que no para de hacerse en su permanente interrupción, en su imposible acabamiento. Conocí a Manolo mucho antes. Y ahora, con el tiempo, me he dado cuenta de que nuestra conversación fue infinita siempre.
RC- ¿Tan importante fue para ti esta experiencia?
Sí, sí lo fue. Allí en el primer CRUCE asistía con Manolo al seminario de pensamiento, junto a Miguel Cereceda, Ángel Gabilondo, Eugenio Trías, Sergio Larriera o Jorge Alemán, entre otros muchos. Leía y escuchaba con ellos. Apenas me atreví a hablar nunca.
Uno que no había estudiado nunca, ya era muchos, y el estudio hasta el silencio duró cerca de catorce años. Uno que no había estudiado nunca se encontró en la mejor escuela que podría haber soñado jamás.
RC- ¿Llegaste a exponer allí?
AI- Creo que allí empecé algunas de mis primeras crisis. Allí Luis Gordillo me dijo, en la inauguración de una exposición en la que colgué algunas obras: “¿Cómo puedes estar tú en crisis? ¡Eres un niño!”. Allí Evaristo Bellotti me propuso que intercambiáramos algunas palabras. Debía ser 1998, o algo así. Pues bien, aún no hemos terminado. Ayer mismo comíamos juntos en el Hospital.
RC-Háblame de tu trabajo.
AI- Nunca me he llevado bien con mi trabajo, lo que me hace difícil elegir algo. He hecho cosas que me han conducido a otras cosas, y por las que le he encontrado sentido a otras. He trabajado más con el collage que con el dibujo, para que una idea fuera tomando forma. Para hablar de mi relación con mi trabajo, que anda de crisis en crisis, me gusta el término “crisismo” de Luis Gordillo.
RC- ¿Dónde empezaron estas crisis? ¿En qué sitios has expuesto?
Lo que ahora llaman crisis se desarrolló en una serie de obras que expuse en la galeria Alejandro Sales en Barcelona, donde los planos económicos y atmosféricos iniciaban el proceso de la pintura y el collage. Trabajé también con Rafael Ortiz en Sevilla y, representado por Magda Bellotti, mostré continuadamente mi trabajo en España y fuera de ella, en Ferias importantes.
Todos esos lugares del arte que no tenían el menor interés.
RC- Te veo muy escéptico.
Bueno, tuve cierta proyección, pude ocupar un lugar, intentar sacar la cabeza. Pero no era un lugar en el que pudiera estar. Ya no había más que silencio.
Estuve sentado en un bordillo de la acera con Leopoldo María Panero. Y supe, cuando me saludó con el puño, que aquella no era mi enfermedad, tampoco la suya. Supe que ya nadie nos esperaba más. En ningún sitio… En ningún sentido…
RC- ¿Cómo compones los collages?
AI- Fotografío obras de otros pintores o arranco sus láminas de un catálogo, las rompo y reconstruyo con ellas un collage que ya no es de ellos, aunque no sé si soy yo… Cuando está terminado lo fotografío, lo amplío y parece una pintura. Lo rompo y vuelvo a empezar…
RC- Tienes un blog, que se llama Malesherbes. ¿Por qué este nombre?
AI- Son plantas invasoras que salieron un día en que no podía pintar nada. Arañé el papel con trazos de color verde que se asemejaban a esos hierbajos…
La entrevista con Alfredo continúa. Seguimos la conversación infinita. Hace unos días le visitamos en su estudio… Ya no hace collages destrozando a los maestros. Ahora dibuja desastres, compulsivamente, con rotuladores. Comenzó un día, al salir del hospital donde estaba Mateo. Vio el árbol caído que había matado a dos personas, en el Retiro. Ahora dibuja desastres. La actualidad quizás.
Mateo está curado.