Circo y endogamia. Los festivales de música independiente | Revista Artes y Cosas

 

Un día veías carteles pegados por las paredes y resultaba que el circo había llegado a tu ciudad. Ahí iba a estar una semana, en algún descampado a las afueras, con sus viejos animalitos enjaulados y esos payasos que llevan repitiendo el mismo número durante años. Luego, cuando acabase el lamentable espectáculo, los señores del circo recogerían su carpa, se subirían a su caravana y conducirían hasta la ciudad de al lado para volver a representar su manido show.

Pues bien, lamentablemente esta decadencia no está muy alejada de la que podemos ver actualmente en los festivales de música independiente de nuestro país, salvando contadas excepciones, por supuesto. Un día abres Twitter y resulta que el circo llega a la ciudad, ahí tienes el cartel donde tigres que luchan con tiburones han sido sustituidos por un dibujo muy mono de una playa con sus palmeritas y una serie de nombres que se van a repetir hasta la saciedad en todos los carteles de los festivales que se van a celebrar en las ciudades de al lado.

La idea en un principio, hace seis, siete u ocho años, era buena: “tenemos un bonito pueblo, hagamos un festival de música, promovamos la escena independiente más allá de los mastodónticos, escasos y caros eventos que la monopolizan –y de paso, claro está, ganemos dinero–”. Pero según parece algo se debió hacer mal, al menos musicalmente, puesto que esa buena idea ha transmutado en una suerte de familia endogámica compuesta por nombres propios que se repiten. Cada cartel de cada festival se ha convertido en una copia de una copia de otra copia, en la que cada vez es más difícil que aparezcan nombres nuevos. Tanto es el caso que la mayor noticia que vimos el año pasado es que cierto festival confirmó a Raphael.

La realidad es que mientras que la escena musical en los círculos independientes crece en todas sus formas y modos, las puertas de la mayoría de festivales parecen estar cada vez más cerradas. Por ellas solo hay cabida para esa especie de neo-mainstream, por llamarlo de alguna forma, que ha sido construido en favor de la endogamia que reina en el panorama independiente de la industria musical.

Por supuesto, no todo iba a ser malo, porque los festivales ponen el cartel de sold out vendiendo abonos que, por cierto, cada vez son más caros; tanto que algunos incluso se han tenido que cambiar el nombre porque lo de low cost parece que ya no iba con ellos. En fin, poco más se puede decir… los precios suben, la calidad baja, la novedad ha muerto y la música cada vez importa menos. Alguien decía en Facebook que estamos asistiendo al nacimiento de una versión renovada y light de la Ruta del Bakalao y puede que tenga razón.

Yo sólo sé que este año no iré al circo.

 

 

 

Foto: Freepik

 

Yacer muerto boca abajo en mitad de una piscina debe ser algo memorable, pero a algunos no nos queda más remedio que situarnos al otro lado de la pantalla, que mirar y escuchar atentamente para poder ver después del fundido a negro.