Jean cocteau con su gato, Paris . 1950. Fotógrafo- Jane Bown
Jean Cocteau fue un humanista, desde muy temprana edad se involucró con diferentes manifestaciones artísticas y su curiosidad por aprender no tenía límite. Él, por su parte, siempre se consideró un poeta y lo cierto es que sus películas destilan poesía.
Su vida lo marcó, pero es que fue una vida de película, con un guión complejo y enrevesado donde la máxima: «ante la duda la explicación más simple suele ser la correcta», no funcionó jamás.
Cuando tenia 10 años su padre se suicidó, dos de sus cinco hermanos habían muerto a muy temprana edad y los otros dos fueron enviados con sus abuelos tras el suicido del progenitor. Él se queda con su madre muy sobreprotectora e inicia una nueva vida. Nunca brilló en los estudios y finalmente los abandonó sin acabar, pero a los 18 años ya era presentado como un prodigio de la poesía.
Mantuvo una precoz relación con la actriz de comedia Madeleine Carlier, pero su gran amor fue Raymond Radiguet. Cocteau tenía 10 años más que él y se conformó como su protector y mecenas. Jean amaba a Raymond y cuando éste murió, a la temprana edad de 20 años, Cocteau quedó sumido en una desesperación que le llevó directamente al consumo de opio, hábito, que a pesar de intentarlo, no abandonaría jamás.
En 1930 con 41 años realiza la película La sangre de un poeta donde participa como actriz Natalia Palei, hija del gran duque ruso Pablo Romanov. En 1932 mantiene una relación con ella, la introduce en el mundo de las drogas y Natalia sufre un aborto.
Cocteau nunca abandonó la poesía y durante su trayectoria vital se relacionó con los artistas más relevantes de principio del s. XX. De todos ellos aprendió, con muchos de ellos colaboró, pero nunca se comprometió con ninguna de las manifestaciones artísticas. Sus obras destilan surrealismo, realismo, futurismo…, han inspirado a artistas de muy diferentes disciplinas, pero tal vez la característica común que las acompaña es la poesía.
A partir de La sangre de un poeta, Cocteau se vuelca en el cine y tal vez el punto de inflexión llega en el año 1946. En el año 1937, tras realizar una vuelta al mundo con su último amante, Marcel Khill, conoce a Jean Marais y se enamora perdidamente, para él escribe La bella y la bestia. La película se estrena dos años después de la muerte de su madre rodeada de una inmensa polémica, debido a las grandes perspectivas que Cocteau había puesto en ella. Fiel a la historia, el artista recrea un mundo lleno de magia y fantasía, donde los efectos ópticos son pura estética, y han inspirado múltiples versiones de la romántica historia, entre ellas la aclamada versión de Disney.
En 1955 recibe el reconocimiento de la Academia Francesa y compagina su actividad en el cine con la pintura realizando algunos frescos en las iglesias de la costa francesa.
En 1960 realiza la escenografía para la opera La voix humaine de F. Poulenc interpretada por Denise Duval en el Teatro de Buenos Aires.
Fallece trabajando, creando, proyectando, de un infarto al corazón en el año 1963, en Milly-le-Foret cerca de Fointenebleau, pocas horas después de enterarse que había muerto su amiga Edith Piaf. Dejó obras sin acabar que finalizará su hijo adoptivo, heredero y amante, aunque no en este estricto orden, Édouard Dermit.
En una de sus más celebres obras “Le Potomak” (1919) escribió: “Ce que le public te reproche cultive-le, c’est toi” (Lo que el público crítica cultívalo, eso eres tú).