Lorenzo Herrera: “Todo lo que está en tu imaginación es conocimiento, no hace falta estar en los lugares físicamente para conocerlos.” | Revista Artes y Cosas

«Porque escribir es viento fugitivo,
y publicar, columna arrinconada.»

(Blas de Otero)

 

El jueves día 4 de diciembre en la  librería Kattigara de Santander, Lorenzo Herrera presenta su segunda  novela:  Memoria involuntaria. Hoy, nos concede esta entrevista.

La cita es en un banco público frente a la bahía de Santander, justo al lado de la popular “grúa de piedra”, en una tarde de otoño templada por un suave viento del sur. Lorenzo ha querido que realizemos aquí la entrevista, en su lugar favorito. Lo veo acercarse pausadamente, con ese aspecto serio y abstraído, a la vez que afable, que le caracteriza. Sentados contemplamos cómo las gaviotas juegan con las aguas agitadas en la pleamar. Nos conocemos desde hace mucho y charlamos como viejos amigos.

 

 -Se podría decir que eres un escritor de vocación tardía ¿puedes explicarnos qué te empujó a escribir y publicar?

No, creo que de vocación tardía, no. De publicación tardía, sí. He de darte la razón. Escribo desde que tenía doce o trece años y me he pasado la vida guardando todo en carpetas, subcarpetas y, al final, en el fondo de oscuros cajones. Muchos poemas de amor, en aquellos años adolescentes, algunos incluso mercenarios. Sí, es verdad que he publicado mi primera novela a la edad de 54 años por lo tanto soy tardío; obviamente soy tardío.

Soy muy pudoroso, en el sentido estricto del pudor literario, respeto mucho a la literatura. Yo pensaba que nunca podría pertenecer a ese mundo, a esa élite de privilegiados. No me hace falta mucho esfuerzo para recordar que mientras mis amigos emulaban a los astros del fútbol yo leía y releía a todos los escritores del 98. Uno hablaba de Amancio y yo de Machado, otro hablaba de Groso y yo de Baroja. Ahora sé, con el paso del tiempo, que ese ha sido mi mayor freno. Muchos años viviendo la literatura y la poesía en soledad. Un auténtico autodidacta. Por lo menos ahora, pasado el tiempo, creo que he contribuido un poco a que la generación del 98 no sea considerada un equipo de fútbol.

La motivación para escribir una novela fue sencilla, natural, vino poco a poco ella sola sin hacer ruido. Durante una penosa y larga enfermedad escribí la primera novela, casi sin darme cuenta y fue una amiga de la adolescencia, un amor gaseoso, resurgida del pasado, la que me animó a que la publicase. Obedecí y se publicó. Así nació El bote de los lápices de colores, mi primera novela.

 

 

 – Memoria involuntaria es tu segunda novela ¿qué diferencias tiene con la primera?

Creo que no hay diferencias puesto que no son comparables. Para mí son dos criaturas independientes con identidad propia. Sí, es verdad que en la primera novela se pagó un tributo a la bisoñez, a la premura por publicar que esta segunda no ha pagado. Memoria involuntaria está acabada y corregida en el mes de junio y se va a presentar el próximo día 4 de diciembre, lo que quiere decir que las prisas que envolvieron a la primera aquí no han existido. Técnicamente creo que el consecuente aprendizaje de los errores cometidos en la primera haya hecho de esta segunda una novela mejor construida, más ortodoxa, amoldada a cánones y, por supuesto, menos pretenciosa. Creo que en toda primera obra hay algo de vanidad, inevitable, adherida a cada línea y a cada párrafo. No es fácil desprenderse de ese hálito, incluso para las personas que, como yo, nunca queremos salir en la foto. Y, de hecho, no salimos. Esta apreciación viene corroborada porque hay muchos que no quieren salir en la foto pero al final siempre salen.

Has visto como vienen las nubes por encima de Peña Cabarga empujadas por el viento sur. Qué velocidad, qué ganas de llegar a la mar. Allí es donde verdaderamente son libres, sin montañas que las retengan.

 

 

 -¿Qué temas te interesan más a la hora de escribir?

Aquí sí te puedo decir que soy visceralmente miguelhernandiano. Copio, desvergonzado, emulo y ejerzo, porque ya he hecho mías sus famosas tres heridas del poema, las tengo tan interiorizadas que parece que fueran mías. La del amor, la de la muerte, la de la vida.

Hay un tema genérico, que es la vida, y después todos los subgéneros que conforman la idiosincrasia del ser humano, los que le identifican, los que hacen las buenas y las malas personas que nos rodean y asaltan constantemente. Nuestros cotidianos vecinos y compañeros, en definitiva, los de todos los días.

El sexo, la codicia, la traición, la envidia, el deseo, la sinrazón, el desamor, la lealtad, etc., etc., etc., y todos sus antónimos. En definitiva, todo lo que popularmente conceptuamos como vida, pero sin dramatismos en mi caso, con una tamizado miguelhernandiano, alegre, jovial, pero duro y profundo a la vez, como la pena de uno de sus poemas que tizna cuando estalla, dejando una sombra oscura en las yemas de tus dedos.

 

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 -¿Qué autores crees que te han influenciado?

Afortunadamente soy un lector impenitente desde muy pequeño. Algo que tengo que agradecer a mi madre, a quien por cierto dedico esta novela. Siempre encontré en la lectura y en un libro el compañero o la compañera que se echa de menos en un momento determinado. Aquí, en este banco en el que estamos sentados, junto a la grúa de piedra he consumido muchas horas de lectura en las que he viajado a muchos países tras la estela de los barcos que zarpaban conrumbo a ultramar. Recuerdo que no sabía lo que era ultramar a pesar de estar escrito en todos los rótulos de las tiendas de ultramarinos de la ciudad. Cuando lo pregunté y me dijeron que significaba más allá del mar, recuerdo que pasaba horas mirando al horizonte. Los barcos venían de Guinea y descargaban la madera de Caoba y de Sapelli en los muelles y, en compañía de mis amigos, nos sentábamos en los rollos de madera al atardecer e imaginábamos lugares lejanos llenos de cosas y atractivas aventuras. Desconocidos son los recovecos del ser humano, por lo que, supongo dada mi edad, que haya pasado por épocas y modas sin apenas haber sido consciente de ello. Todo me ha servido y creo que todo ha tejido mi acervo cultural hasta el día de hoy.

Aun así, si quieres que mencione a algún autor te diré que Luces de Bohemia, de Valle Inclán la habré leído unas quince veces y conozco diálogos de Max Estrella y Latino de Híspalis de memoria, Rayuela, de Cortázar por el momento socio-político en que me tocó leerla, El Quijote, de Cervantes, El Rayo que no cesa, El Hombre acecha y cientos de lecturas que sería difícil enumerar en estas líneas. Una mención especial a los comics de caballería medieval que me hicieron soñar tanto y me educaron en valores tan nobles como los que defendían Ivanhoe, El Jabato y El Capitán Trueno. También Mafalda y el intrépido Tintín. Y, cómo no, la inefable y pertinaz poesía.

Curiosamente, en la juventud leí, creo que por mandato de algún profesor, una novela de Miguel de Unamuno que se llamaba Amor y pedagogía, en la cual recuerdo que había un personaje que se llamaba don Fulgencio que hablaba siempre con aforismos. Esa novela, que no estaba precisamente en los canales de la moda del momento, recuerdo que me impresionó muchísimo.

De los coetáneos son muchos los que leo y me gustan. Por mentarte alguno conocido te diré que leo todo lo de Muñoz Molina, lo de Javier Marías lo de Eduardo Mendoza y muchos más, que los hay muy buenos.

 

 -¿Qué es para ti la literatura en general y la poesía en particular?

No sé muy bien lo que es la literatura. Sí sé lo que significa para mí. Es algo consustancial que la gente cuente, escriba, narre, relate, diga historias como se ha hecho desde siempre, como un vecino cuenta a otro el suceso que acaba de presenciar exactamente igual que cuando el pitecántropos de Altamira contaba a su mujer como clavó la lanza en el cuello del bisonte. ¿Qué diferencia hay entre un rugido y un te quiero? Simplemente, la palabra. La palabra escrita en un soporte y sus infinitas combinaciones conforman la literatura.

Veo que insistes en la poesía. Es como si me hubieses descubierto y creo que, además, has acertado. Soy un poeta redimido, ecléctico, escondido tras los helechos y absurdamente pudoroso. La poesía te desnuda ante los demás, te expone, la novela no. Contestando, por fin, a la pregunta te diré que no concibo el mundo sin textos, sin libros, sin comunicaciones escritas. Te confieso que tengo una pequeña librería en el cuarto de baño.

 

 -¿Crees que sólo se puede escribir sobre lo que se conoce?

Qué va, me niego a aseverar semejante afirmación. Precisamente la novela, una historia narrada pero creada de o a partir de la ficción permite todos los «omnis » que existen. Tú mismo, cuando escribes, eres el creador todopoderoso, omnisciente. Todo lo que está en tu imaginación es conocimiento, no hace falta estar en los lugares físicamente para conocerlos. Eres omnipotente y creas los escenarios como te da la gana. Eres tú el que mandas, el dueño del destino de los personajes, tienes el poder de crear y de matar. Personalmente es lo que más me divierte a la hora de escribir, ver cómo se va creando ese gran escenario que es tu novela, en el cual solo tú puedes colocar una planta o un cuadro.

Ahora que está tan de moda la novela histórica, en la que el autor, obviamente, nunca ha estado en esos parajes ni ha vivido semejantes aventuras he de decir que no me gustan, ni su planteamiento ni su desarrollo. Prefiero considerarlas de aventuras o simplemente como historias situadas en otro tiempo. La historia, la de verdad, no la novelada, merece mucho más rigor y respeto que el que se está dando en este tipo de novelas. Soy de los que piensa que no hace falta colocar a un personaje en la proa de un galeón, a modo de mascarón, para que vaya a buscar a su amada allende los mares. Una vez en el Ateneo de Santander, en la presentación de su novela coincidí con García Montero en la misma apreciación. Concluyendo, te diré que cada uno es libre de escribir lo que le venga en gana pero no podrá evitar que su contenido determine el lugar que ocupe el libro en la estantería.

 

¿Son tus novelas autobiográficas?

Te aseguro que en mis dos novelas hay algo de mí en algún personaje, o en varios simultáneamente. Lo que cuentas, lo que escribes, creo que esta tamizado por una malla muy tupida, que teje el acervocultural propio de cada uno, de la cual no puedes desprenderte aunque lo pretendas. Creo que no hay nada que exterioricemos, que comuniquemos, que verbalicemos, que no tenga algo nuestro. Hablamos desde donde estamos y contamos lo que queremos decir. Algunos lo contamos por escrito aunque sea para satisfacer una vanidad. No sé, creo que en mi caso es más sencillo, escribo porque me divierto, porque estoy a gusto cuando lo hago y porque recuerdo a los seres queridos que me he encontrado en la vida. Es así de simple, sin ninguna premisa intelectual, ni pedagógica. Mucho menos, dogmática. Contar por contar, nada más. Con mucha humildad, el hecho de escribir no otorga ningún credencial de intelectualidad en contra de lo que muchos piensan.

 

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 -Recuerdo haberte oído muchas veces defender la palabra como nuestro mejor medio de expresión, por lo que hay que cuidarla, mimarla y sobre todo conocerla ¿piensas que se lee poco?

Claro que defiendo la palabra, el monema, el fonema, el verbo y el verso, si me apuras, también el adjetivo. «Si he perdido la vida, el tiempo, todo/ lo que tire como un anillo al agua, / si he perdido la voz en la maleza, / me queda la palabra.» estos versos de Blas de Otero hablan por sí solos y lo hacen mucho mejor que yo.

Te puedo decir desde mi posición de docente con 34 años de experiencia, que se lee poquísimo, prácticamente nada más que lo que exige la ESO y el criterio de los profesores de Lengua y Literatura, que es preceptivo. Sería muy osado el docente que se atreviera a mandar la lectura completa del Quijote, por ejemplo, para hacer un trabajo posterior. En mi época era habitual, ahora se hace con ediciones reducidas o infantiles. De poesía, mejor ni hablamos, en estos momentos se están imprimiendo ediciones de 25 ejemplares, para regalar a los amigos y familiares. Me cuesta creer que el amante de la poesía, por ejemplo, la lea únicamente en la red, o en un iPad.

A pesar de las nuevas tecnologías, a pesar de los nuevos hábitos lúdicos, creo que se lee poquísimo por la sencilla razón de que es incómodo; porque requiere un pequeño esfuerzo físico y mental. El proceso no es tan inmediato como un videojuego, por ejemplo. Constato que alumnos míos, de 16 y 17 años, son incapaces de leer un párrafo de cinco líneas porque en la segunda línea han perdido el significado del contenido y en cambio, con el pulgar, mueven un vehículo en el móvil a una velocidad de vértigo.

Pienso que la lectura es un hábito cultural que se adquiere y se educa pero que, en estos momentos, tiene que competir con las nuevas tecnologías, tan intuitivas y atractivas, que evolucionan minuto a minuto regenerándose constantemente. Aún así, soy optimista y creo que el libro físico, el de papel y tinta, no desaparecerá. No sé si esta opinión corresponde más a un deseo que a una aseveración. Aún sigo oliéndolos cada vez que cae uno nuevo en mis manos.

 

 -Existe controversia sobre los talleres y cursos de escritura creativa que ahora proliferan por todas partes ¿qué opinión te merecen?

No me merecen ninguna. Ni buena ni mala, una oferta más del currículo que está ahí y a la que puede acudir el que quiera. No tengo más opinión. Creo que en la librería que voy a presentar el libro disponen de una oferta de este tipo. El que quiera que pague y que acuda, sin más. Repito, no tengo opinión formada porque es algo que, verdaderamente, me interesa muy poco al igual que la formación on line.

 

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 -¿Sientes nostalgia de otro tiempo?

Sí, sí porque soy nostálgico, emotivo, a veces melancólico, soy de los que llora viendo una película. A día de hoy lo hago con Capitanes intrépidos, cuando la jarcia cae encima de Spencer Tracy. Llevo cincuenta años llorando esta escena cada vez que la veo, a pesar de que sé de memoria el fotograma siguiente. También es verdad, por otro lado, que soy pragmático por lo que sufrir por lo que no puedo disfrutar no me conduce a nada. Claro que añoro escenarios, claro que añoro personas, claro que añoro sentimientos, claro que añoro olores; pero vivo en el minuto presente. Lo demás son regresiones introspectivas de las que, a veces desgraciadamente, se vuelve siempre.

 

 -¿Tienes en mente nuevos proyectos?

Siempre, siempre estoy haciendo algo, como he dicho antes, me hace falta para vivir. No sé vivir sin un proyecto que me ocupe fuera de las horas laborales. Tengo una tercera novela empezada y un par de libros de poesía terminados que no me atrevo a publicar por respeto. No sé si lo habré dicho alguna vez, pero tengo un inmenso respeto a la poesía. No ha de entenderse que la novela no lo merezca; pero la poesía es la poesía. Alguna vez, cuando consiga romper ese rubor pueril seré capaz de publicar los poemas, de una puñetera vez.

 

 

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