En este contexto romántico, y junto a tan interesantes escultores, no llama la atención el hecho de que el propio Martín Chirino quisiese reposar en el cementerio de Vegueta. Allí, junto a la tumba de Alfredo Kraus, se instaló el cenotafio de Chirino. Se trata de una Cabeza, titulada Crónica del s. XX (35). Jano II. Monumento funerario (2019). Jano fue instalada en septiembre de 2021 sobre la tumba del artista, en el cementerio de Vegueta, dos años después de su fallecimiento. Está realizada en bronce patinado oscuro y se asienta sobre un pedestal de cantería de Arucas, erigido sobre una lápida, en la que está inscrito el siguiente epitafio: “Aquí descansa el gran herrero fabulador, forjador de símbolos”.
Según cuenta Jesús María Castaño, director de la Fundación Martín Chirino, “este monumento lo dejó diseñado el artista unos meses antes de morir y la escultura fue forjada en Rumanía, en uno de los últimos talleres con los que colaboró en su carrera”[1].

Podría causar una cierta sorpresa el hecho de que Chirino escogiese la forma escultórica de una cabeza para su propio monumento funerario. “Pienso que la verdadera riqueza se halla solo en nuestras cabezas —le decía el escultor a Antonio Puente—: esa especie de piedra filosofal de cada cual, que es previa a cualquiera de sus acciones”[2]. Pero es que además esta cabeza, con su forma elíptica ovoidal, era también una especie de resumen o conclusión de todas sus otras esculturas. No solo la culminación de otra gran serie de cabezas, titulada Crónica del s. XX, sino especialmente de los llamados AfroCanes, cuya forma elíptica es recordada y mantenida en esta cabeza ovoidal. Afrocanes que —como ha mostrado Pedro Alberto Cruz Sánchez[3]— eran a su vez una estilización de las espirales y de los primeros vientos de Chirino.

Pero el hecho de que esta escultura esté consagrada al dios Jano puede tener también un sentido adicional. Pues hay una advocación de Jano, que lo identifica como Quirino. Desde su templo, en lo alto del Quirinal, la colina más elevada de Roma, el dios Jano tenía sus puertas abiertas en período de guerra y solamente las cerraba durante las épocas de paz. Es bien posible que Martín Chirino, cuyo apellido en italiano se pronuncia exactamente Quirino, encontrase en esta advocación una cierta identificación. Y la mencionada cabeza entonces sería una especie de autorretrato.
Pues, con sus dos caras, mirando una hacia el pasado y la otra hacia el futuro, el dios Jano bifronte era también el dios inaugural de un tiempo nuevo. Por eso precisamente presidía el año nuevo, y daba también su nombre no solo a las puertas (janua), sino también al mes de enero (januarius). El Jano de Martín Chirino tiene sin embargo una sola cara. No se sabe si contempla el pasado o si mira también hacia el porvenir, abriendo con ello una puerta a la esperanza y expresando a la vez una cierta confianza en la perduración de la propia obra. “Creo que toda obra que se ejecuta desde la ambición y el rigor aspira a una cierta inmortalidad o llamémosla, por tanto, posteridad —reconocía el artista en el mismo año de su muerte—. Por supuesto trabajo teniendo en cuenta esa posteridad, pero no me preocupa. Acaso porque tampoco me preocupa la muerte, que es un imperativo inexorable: está ahí y punto”[4].
Aparentemente la escultura no presenta ningún signo religioso. Sin embargo, Jesús María Castaño me llama la atención sobre el hecho de que, en la cara posterior de esta escultura, hay una cruz en forma de Tau, que era la cruz de los franciscanos, y me insiste en que “en sus últimos años, Martín Chirino fue muy religioso”. Y, de hecho, el epitafio tiene una inscripción adicional que dice: “Desde el origen al universo”.
Pero yo no sé si hay tal cruz franciscana. En realidad, lo que sobresale por la parte de atrás de esta cabeza parece más bien un yunque que una cruz.

[1] “Martín Chirino ya descansa bajo el monumento funerario que él mismo diseñó”, en la página web de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales, https://www.cronistasoficiales.com/martin-chirino-ya-descansa-bajo-el-monumento-funerario-que-el-mismo-diseno/ [visto el 26/11/2024].
[2] Martín Chirino, La memoria esculpida, op. cit. p. 91.
[3] Pedro Alberto Cruz, “El afrocán o la ética del dos”, en el catálogo de la exposición Martín Chirino: Crónica del siglo, Centro Atlántico de Arte Moderno, Las Palmas de Gran Canaria, 2025, pp. 57-73.
[4] La memoria esculpida, cit. p. 66.