Paco Yáñez
Memoria histórica, derechos y acogida del inmigrante, apertura a la multiculturalidad o reivindicación de un arte en clave humanista. Son, estos, algunos de los temas que se asoman a las partituras del disco que hoy presentamos y, por ello, cuestiones de la máxima actualidad en un momento marcado, en España, por la inminencia de una cita electoral sobre la que planea la negra sombra del crecimiento de una extrema derecha que supone un claro riesgo para muchas de las conquistas culturales, cívicas y sociales logradas en nuestro país desde la Transición.
No es difícil imaginar, por tanto, que el compositor granadino José Miguel Moreno Sabio (Motril, 1956) haya ido captando las señales que a nuestro alrededor se han ido acumulando a lo largo de los últimos años, para ponerlas sobre los atriles y propiciar, con su música, una nueva línea de reflexión sobre cuestiones que nos pudieran parecer más sólidamente asentadas en nuestra sociedad, pero cuya fragilidad ha sido puesta de manifiesto por muchos de los recientes pactos políticos en numerosas ciudades y autonomías de nuestro Estado, en los que han rebrotado censuras y represiones de la libertad de expresión como las que vienen denunciando diversos colectivos artísticos y teatrales en las últimas semanas.
Todo lo relacionado con la memoria histórica es un buen ejemplo de ello, y así lo pone de manifiesto José Miguel Moreno en los dos fragmentos de la que será su segunda ópera (en proceso de composición) aquí desgajados como piezas para conjunto de cámara. Nos referimos a Fuego en el aire (2022), que toma su temática de un acontecimiento histórico acontecido el 8 de febrero de 1937 en la carretera que va de Málaga a Almería, definido por David Bollero como «la peor matanza vivida durante la contienda», al sumar —según el historiador Miguel Alba— cinco mil muertos, tanto por la saña de las tropas sublevadas como por el abandono del gobierno republicano, lo que convierte a «La Desbandá» —como se conoce a esta masacre— en un hecho incómodo para ambas partes en conflicto durante la Guerra Civil.
José Miguel Moreno transforma «La Desbandá» en una música marcada por la urgencia y una angustiosa direccionalidad que hace del ensemble una huida continua, asediada esa gran marcha por constantes ataques instrumentales de explícita violencia y ecos de la música popular, que emergen en tan crispada escena acústica como un asomo de pureza y una reverberación de tiempos pretéritos. Estamos ante un lenguaje musical básicamente armónico, si bien forzado hasta la disonancia para ejemplificar la tensión experimentada por las miles de personas asediadas en su intento de huida. Más allá del infausto episodio al que nos remite Fuego en el aire, para Moreno Sabio la voluntad de denuncia trasciende lo local y una contingencia histórica concreta, pues de su trabajo compositivo a partir de «La Desbandá» afirma que «pretende ser una denuncia de la cultura de la fuerza, el odio, la envidia, la violencia y la intolerancia que ha sido impuesta desde el poder a todos los seres humanos desde las primeras civilizaciones».
Con análogas connotaciones, y con un título de reminiscencias mahlerianas, Oda a los niños muertos (2018) muestra la preocupación y la solidaridad de José Miguel Moreno con las víctimas de los conflictos bélicos de todos los tiempos, muchas de cuyas más recientes instantáneas pueblan los imaginarios colectivos de una Europa cuyos gobiernos tienen en su frontera sur uno de los mayores dramas contemporáneos al respecto, con un Mediterráneo convertido en una gran fosa común. Uno de los conflictos tomados por Moreno Sabio para articular Oda a los niños muertos es el de Oriente Medio, motivo por el cual una nana palestina vertebra esta partitura para piano de 8 minutos de duración, en la que se unen la ternura y (de nuevo, como en Fuego en el aire) la urgencia, el miedo y una violencia explícita: aquí audible en un registro grave cuyo inmisericorde martellato, seguido por un desolador eco, parece remedar los bombardeos israelíes sobre la población palestina. Música, por tanto, de bárbaros golpeos y ecos de lo infantil brotando entre sus ruinas; música de aristados intervalos que muestran la tensión del alma como un proceso armónico, con una angustia que se hace neurótica polirritmia. Todo ello exige al pianista un trabajo técnico de alta enjundia, aquí muy bien respirado por Carlos Galán, tanto en lo que a las más humanas evocaciones del drama se refiere como en la explícita violencia de aquéllos que Luigi Nono llamó «spiriti infernale», o el poder represivo a lo largo de esa «historia universal de la infamia», que diría Jorge Luis Borges.
Una tercera partitura convoca las cuestiones de orden político y social que hasta aquí hemos analizado. Se trata de Sons do caboclo (2018), nueva página para piano fruto de un encargo del músico brasileño Alexandre Alcantara; de ahí, que José Miguel Moreno haya hibridado su lenguaje, netamente europeo, con ecos de la música popular brasileira. Estructurada en dos partes enlazadas, Sons do caboclo toma (como lo hacía la Oda a los niños muertos) una canción proveniente del acervo con el que Moreno dialoga para articular parte de su obra. Se trata de A canoa virou, cuyos ritmos otorgan vivacidad y ecos multiculturales a una pieza nuevamente virtuosística, en la que, junto con los aspectos reivindicativos relacionados con las comunidades indígenas de la Amazonía, se percibe un perfume postimpresionista capaz de fusionar la música tribal brasileña y la música culta europea: todo un logro, así como todo un reto, si queremos que este mundo sea más entendimiento que tensión y nuevos muros. Indudablemente, la mirada comprensiva y solidaria al otro está, como hemos podido ver, en las bases de buena parte de la música (y del mensaje ético) reunida en este compacto.
Pero al disco también se asoman muestras de los diálogos que José Miguel Moreno mantiene con la gran tradición musical europea, de la que tanto se lleva nutrido desde sus años de formación en el Real Conservatorio de Música de Madrid, donde se estudió con compositores como Antón García Abril o Carmelo Bernaola. Entre los maestros físicamente no presentes que han marcado la música de Moreno se encuentra, sin lugar a dudas, Claude Debussy, de quien le llega un manejo del color y de las tensiones cromáticas que el compositor de Motril ha convertido en una de sus señas de identidad.
Comme des brouillards silencieux (2016) es un perfecto ejemplo de ello. De hecho, del propio Debussy toma Moreno una cita de Brouillards, primero de los doce números que conforman el segundo libro de los Préludes (1909-13) de Debussy. A lo largo de los 9 minutos y 25 segundos que dura Comme des brouillards silencieux asistimos a un refinado proceso de transformación desde el original debussyano hasta su revisitación desvelando toda una serie de improntas que han ido marcando el lenguaje de José Miguel Moreno, ya sea la klangfarbenmelodie schonberguiana, ya el uso del ruido como materia musical en acciones extendidas de tipo percusivo o en el flatterzunge de los vientos. Todo ello ahonda en el carácter pictórico de esta pieza, definida por su creador como un «concertino-nocturno para piano y cinco instrumentos», rubricando la partitura de sonoridades más modernas del disco.
Lo plástico y los ecos de la pintura tienen, igualmente, un peso aún mayor en Momento musical para un cuadro abstracto (2019), pieza para saxofón solo basada en Ornitóptero (1962), soberbio óleo sobre lienzo de Fernando Zóbel que podemos contemplar en ese museo que tanto debe al propio Zóbel como el de Arte Abstracto Español de Cuenca, ciudad en cuyo conservatorio Moreno Sabio fue docente durante más de tres décadas. Ello ha reforzado su cercanía a todo el entorno del grupo El Paso y la fértil escuela conquense de arte contemporáneo, recreando en esta partitura zobeliana los pálpitos y los brotes que surgen en el cuadro en su parte superior derecha, combinando brochazos más tensos, direccionales y directos con multifónicos en los que lo esfumado del óleo se hace música; todo ello, con una muy especial atención al silencio: a ese blanco sobre el que estalla y se multiplica la pintura de Zóbel.
Mientras, en la Sonatina para flauta y piano (1987, rev. 2015) reaparecen los ecos del Impresionismo, con un lenguaje, aún, bisoño y tradicional, de amplio melodismo en la flauta y evocaciones fáunicas que van de lo lúdico al ensueño.
También comparte costumbrismo y lenguaje tradicional una Sonata para violín y piano nº2 (1996, rev. 1998) entramada en un lenguaje modal y con fuerte presencia de lo lírico, así como de una voluntad de cantar en el violín, por lo que el conjunto destila poética, siendo, como en la Sonatina, el piano un apoyo armónico para un violín netamente protagonista. Frente a la luminosa vivacidad de la ya citada Sonatina, esta Sonata para violín y piano nº2 presenta un pathos más oscuro y una mayor paleta de estados emocionales y recursos musicales, por lo que su presencia es más contundente.
Como parte del proteico diálogo que con la historia de la música establece José Miguel Moreno hemos de comprender, también, las dos instrumentaciones que en este disco encontramos de sendas partituras prácticamente coetáneas, como lo son el Tiento (1955) del compositor francés Maurice Ohana y los Tres Tientos (1958) del alemán Hans Werner Henze, piezas originalmente para guitarra sola, catalogadas por Moreno Sabio como entre las más emblemáticas del repertorio guitarrístico europeo.
Mientras que en los Tres Tientos de Henze prima en este arreglo para grupo de cámara un sentido lúdico y cierta jovialidad que se conecta con la Sonatina del propio Moreno, en el Tiento de Ohana lo que se refuerza es su carácter sombrío y un peso de la historia que parece enquistado, como un eco insoslayable. Quizás en ello influya el nacimiento en Casablanca y el origen sefardí del propio Ohana, un compositor que tuvo a España presente en muchas de sus obras, desde su oratorio lorquiano Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1950), pasando por las Cantigas (1953-54) o por la ópera La Celestina (1982-87). En su arreglo del Tiento insufla Moreno Sabio, asimismo, lejanos ecos del flamenco, si bien un flamenco oscuro, de raíz y cargado de nostalgias.
Cerramos nuestro recorrido por las piezas que componen este disco con otro diálogo histórico, el que se entabla con Johann Sebastian Bach en la Arieta imaginada (2009), pieza para flauta y guitarra libremente basada en el Preludio de la Suite para violonchelo Nº1 en sol mayor BWV 1007 (c. 1717). Si la guitarra es la que, cuasi en ostinato, se ancla al Preludio bachiano, cual rememorando los ecos del laúd en algunas de estas Suites igualmente disponibles para tal instrumento, la flauta vuela más libre, con un canto netamente melódico que, de nuevo, hace resonar la Sonatina, al tiempo que armoniza otras formas de hacer florecer la arquitectura armónica del Preludio.
Tanto de esta pequeña delicatessen como de la interpretación del conjunto del disco se encarga el Grupo Cosmos 21, con su director, el madrileño Carlos Galán, al frente. Cosmos 21 demuestra una total sintonía con el lenguaje de José Miguel Moreno Sabio, que no impone mayores complejidades a nivel instrumental, como tampoco Galán y sus músicos rehúyen lo más clásico de algunas de estas piezas, tan abiertas a embeberse de los ecos de la tradición como a dejarnos puntuales ecos de un estilo más moderno y extendido, como el que se asomaba a Comme des brouillards silencieux. Precisión técnica, lirismo bien respirado y rotundidad en las partituras de carácter más político y social, caracterizan a este compacto que, sin duda, nos ofrece una de las más aquilatadas muestras de la composición de José Miguel Moreno Sabio.
Por lo que a la grabación del disco se refiere, ésta fue realizada en vivo, el 15 de junio de 2022, en el Teatro-Auditorio de Cuenca; a los pies, por tanto, de ese Museo de Arte Abstracto Español que se infiltra en este registro, a través de Fernando Zóbel. Se trata de un notable registro que conserva el aura del directo, incluidos los elocuentes y emocionados silencios característicos de un concierto con un componente emocional tan evidente, pues en él se celebraba la jubilación de Moreno Sabio, tras una carrera desarrollada, en su mayor parte, en el Conservatorio de Cuenca.
La edición del compacto es realmente cuidada, con veintisiete páginas en castellano e inglés en las que Carlos Galán y José Miguel Moreno Sabio nos presentan cada una de estas obras, así como el propio concierto cuya grabación dio lugar al disco, poniendo todo ello en contexto en la trayectoria artística y vital del compositor granadino. Biografías de compositor y músicos, datos completos de la grabación y un buen número de fotografías en color completan un disco cuya portada fue realizada exprofeso por el artista Manolo Prieto, tomando como base una fotografía del nefando acontecimiento histórico que informó y dio coraje a José Miguel Moreno para componer Fuego en el aire. Señalar, asimismo, que con este compacto abre Cosmos 21 en la siempre valiente discográfica valenciana Liquen Records su colección «Infrecuentes», de la que esperamos próximos lanzamientos y que no cejen en su labor de revelarnos el trabajo de tantos compositores españoles como ensanchan el mapa musical de nuestro Estado.
JOSÉ MIGUEL MORENO SABIO: Fuego en el aire; Comme des brouillards silencieux; Oda a los niños muertos; Momento musical para un cuadro abstracto; Tiento; Tres Tientos; Arieta imaginada; Sonatina para flauta y piano; Sonata para violín y piano nº2; Sons do caboclo. Grupo Cosmos 21. Carlos Galán, director. Pedro Baselga, ingeniero de sonido. Grupo Cosmos 21, productor. Un CD DDD de 79:48 minutos de duración grabado en el Teatro-Auditorio de Cuenca (España), el 15 de junio de 2022. Liquen Records LRCD024.
10 de julio de 2023