Tampoco el libro de Judit es un libro canónico. Al igual que el de la historia de Susana, no forma parte de la Biblia reconocida por los judíos ni tampoco de la aceptada por los protestantes. Se trata, por tanto, de nuevo, de un “mito católico”, tomado de la traducción griega de la Biblia, pero del que no se ha encontrado un original hebreo o arameo. La historia de Judit fue rechazada como deuterocanónica por los numerosos errores históricos y geográficos que contiene.
La historia de Judit se enmarca en el contexto de la conquista de Jerusalén por parte del rey Nabucodonosor. Ella era una bellísima viuda de Betulia que llevaba una vida de ayuno y mortificación, “vistiéndose con tela de saco, debajo de los vestidos de su viudez”. Pero, cuando Holofernes, el general de los ejércitos de Nabucodonosor, puso sitio a la pequeña ciudad de Betulia, ahogando a sus habitantes de hambre y de sed, ella decidió enfrentarse al enemigo con las armas de su propia belleza. Se vistió con sus mejores galas, se puso sus brazaletes y sus ajorcas, se hizo acompañar de una esclava y se dirigió al campamento de Holofernes. Allí le explicó cómo podría tomar la ciudad de Betulia, toda la Judea y hasta la capital, Jerusalén, si se dejaba guiar por ella. Y al parecer Holofernes quedó tan impresionado por su belleza, como por su inteligencia. Mandó que la alojaran, como un tesoro, en la tienda donde guardaba su vajilla de plata.
El relato bíblico insiste en que la joven viuda mantuvo en todo momento su castidad. Durante tres días y tres noches se negó a consumir los alimentos y bebidas que le ofrecían los sirvientes, y se alimentaba de sus propias provisiones. Tan solo por la mañana le pedía a su nuevo señor permiso para salir del campamento, a hacer sus oraciones. Pero, al cuarto día, Holofernes le dijo a su eunuco Bagoas: “Ve y persuade a esa mujer hebrea que tienes encomendada que venga acá a comer y beber con nosotros. Sería vergonzoso que despidiéramos a tal mujer sin tener comercio con ella; porque, si no la conquistáramos, se iría riendo de nosotros”.
Esa noche se comió y se bebió copiosamente. Y Holofernes “bebió tanto vino cuanto jamás lo había bebido desde el día en que nació” (Jdt 12, 20). Cuando se hizo tarde, los sirvientes salieron de la tienda, y el propio Bagoas cerró por fuera. Incluso Judit le pidió a su sirvienta que se quedase fuera de la alcoba, y que aguardase su salida, como en los días pasados, diciéndole que por la mañana saldría a su oración. Y entonces, “quedó Judit sola en la tienda, y Holofernes tendido sobre su lecho, todo él bañado en vino”. Es el momento en que la bella heroína toma el alfanje del cabecero de la cama del propio general, le agarró por los cabellos y, con todas sus fuerzas, le cortó la cabeza. Envolvió el cuerpo del muerto entre las sábanas, pero se llevó su cabeza. Salió de la tienda, le entregó la cabeza a su criada y, como todas las mañanas, se dirigió fuera del campamento a hacer sus oraciones, sin ser molestada. Llegó hasta Betulia, plantó la cabeza de Holofernes en un palo, en lo alto de la muralla, y el pueblo de Judá aprovechó para atacar a las tropas enemigas que, perplejas y confusas, sin su general, huyeron en desbandada.
También han sido muchos los artistas que han tratado plásticamente esta historia. Hacia 1470 pintó Sandro Botticelli un díptico sobre tabla, que se encuentra en los Uffizi, en el que aparecían, por una parte, el descubrimiento del cadáver de Holofernes y, por otra, una elegante Judit, retornando junto con su criada hacia Betulia. Mientras ella empuña todavía en su mano el alfanje de Holofernes, la criada lleva el trofeo del decapitado, sobre su propia cabeza. Otra versión de esta Judit retornando a Betulia se encuentra en el Museo de Arte de Cincinnati.
En 1599 pintó Caravaggio una primera versión de la historia de Judit. En ella, una bellísima y jovencísima Judit le corta el cuello a Holofernes, en compañía de una vieja criada. Aunque, la pintura de Caravaggio contradice el relato bíblico, donde se dice que la criada debería estar fuera de la tienda, sin embargo, escogió lo que Lessing dio en llamar “el momento pregnante del relato”. Tan es así que en el cuadro puede verse cómo brota abundante sangre de la garganta del general. En 2014 se descubrió, en una buhardilla de Toulouse, una nueva versión de este mismo tema, obra del propio Caravaggio, en ella la vieja sirvienta parece estar ayudando a Judit en la decapitación. Esta nueva obra, fechada en 1607, parece que ha alcanzado los 120 millones de Euros en la subasta del pasado 2019. Aunque ni la identidad del comprador ni la cifra final del remate han sido reveladas.
También la soberbia pintora Artemisia Gentileschi, pintó, al parecer, dos diferentes versiones del mismo tema, una de ellas, ejecutada hacia 1614, y que se encuentra en Nápoles, en el Museo de Capodimonte, y la segunda, pintada hacia 1620, y que se encuentra actualmente en los Uffizi. Pero de ellas tal vez será mejor que hablemos otro día.