[pour paul Celan : fleur de cendre]
2006-Huile, émulsion acrylique, shellac et livres brûlés sur toile 330 x 760 x 40 cm
Collection particulière
El Centro Pompidou ofrece recorrido sin precedentes por la obra de Anselm Kiefer. Esta retrospectiva, la primera presentada en Francia desde hace treinta años , invita a navegar por una docena de habitaciones temáticas que repasan toda la trayectoria del artista alemán, de finales de los años sesenta hasta la actualidad.
La exposición, inédita por su amplitud y selección, que el Centre Pompidou dedica a la obra de Anselm Kiefer propone una travesía retrospectiva por la prolífica trayectoria del célebre artista alemán, desde finales de los años 1960 hasta la actualidad. Reunidas por primera vez, sesenta pinturas procedentes de importantes colecciones privadas y públicas del mundo dialogan con las instalaciones, vitrinas y obras que componen la exposición, diseñada como una sucesión de momentos temáticos en su carrera, y para la que hemos contado con la total complicidad del artista.
Kiefer, nacido en la primavera de 1945, participa junto a Georg Baselitz, Gerhard Richter, Sigmar Polke o incluso Jorg Immendorff en el resurgimiento de la pintura alemana de los años 1970, que emerge en un contexto internacional marcado por el neoexpresionismo. La obra de Anselm Kiefer revela tempranamente su singularidad, debido a esa obsesión por tratar la Historia y los mitos típicos de la cultura germánica. La inmersión en el pasado y la memoria son estrategias para responder a la pregunta que martillea a esta generación de artistas: ¿Cómo se puede crear una obra después de Hitler?, suscitada por la categórica afirmación de Theodor W. Adorno: «Cualquier cultura posterior a Auschwitz, incluida su crítica urgente, no es más que un montón de basura».
En 1984, al viajar a Israel para ver una exposición, Kiefer cobra una nueva consciencia sobre la pérdida, el luto por la cultura yiddish dentro de la propia cultura germánica, a raíz de la puesta en marcha de la «solución final». A partir de entonces, estudia la filosofía del Talmud y los textos de la cábala, en especial, a través de los escritos de Gershom Scholem y de Isaac Luria. El artista se inspira entonces en conceptos tan complejos como el Tsimtsum (retrato) o Shevirat Hakelim (rotura de los receptáculos). Anselm Kiefer empieza a elaborar una obra que se aleja de la figuración occidental tradicional para situarse en el campo del simbolismo o de una «presencia».
En sus composiciones Anselm Kiefer cita con frecuencia el poliedro presente en el célebre grabado de Alberto Durero, Melancolía (1514). La melancolía kieferiana se sitúa menos en el registro de la geometría que en el del luto: el luto de una cultura tiznada por la instrumentalización que ha desembocado en el totalitarismo, el luto de una cultura judía al que se añade una meditación sobre la ruina como principio de creación. Esta cuestión, que Kiefer inscribe en nuestro presente colectivo a través de referentes arquitectónicos y de la materia de sus obras —plomo, cenizas— surge como la alegoría de la propia vanidad del ser humano en general y del artista en particular.
Comisario : Mnam/Cci, Jean-Michel Bouhours