The Mastermind es una película molesta. De factura impecable, ritmo lento, tal vez demasiado. Con una fotografía bellísima por parte de Christopher Blauvelt, que crea un ambiente denso amarillento, casi marrón, para envolver la narrativa en una atmósfera opaca, triste y pesada, acorde con el guion. Blauvelt conoce a la perfección a Reichardt, con la que ha colaborado en muchas de sus películas.
Ambientada en los primeros setenta en Massachusetts, presenta, como telón de fondo, las guerras de Vietnam y Camboya, y las manifestaciones que se producían en contra de ellas.
El protagonista, JB Mooney, es un carpintero con formación en Bellas Artes, de familia acomodada, casado y con dos hijos, con una ligera tendencia a la cleptomanía.
Mooney es un personaje insatisfecho y gris que, con tremenda arrogancia, decide robar un par de cuadros de Arthur Dove —uno de los primeros abstractos norteamericanos— de un museo local, mal protegido. Observa que el vigilante de sala siestea constantemente en su rincón y, con un par de colegones, emprende la operación sin dudarlo.

JB Mooney es un personaje tan patético como el Hrundi de la película El guateque (1968), de Blake Edwards. No da pie con bola, y todo le sale mal. Pero, a diferencia de El guateque, The Mastermind no es una comedia. El protagonista es un desastre en sus negocios, con su familia, con sus amigos (muy beatniks) y desde luego como ladrón de arte contemporáneo no tiene precio.
Esta es la historia del verdadero looser americano. Si las cosas pueden empeorar, lo harán. La motivación del personaje central es el gran enigma. El que todo falle parece su destino. Es todo pérdida, todo vacío.
Es un film para reflexionar y muy en la línea de su directora Kelly Reichardt.
The Mastermind
Estreno: 31 de octubre de 2025.
Duración 110’.
Directora y guionista: Kelly Reichardt.
Fotografía: Christopher Blauvelt.
Protagonista: Josh O’Connor y Alana Haim.