Paisajismo renovado

Carma Casulá ante una de sus fotos en la exposición "Paisajes saNgrados".

La Fundación Díaz-Caneja de Palencia se encuentra en un bello edificio de ese estilo moderno, característico de los años treinta, al que Juan Antonio Ramírez denominaba “el estilo del relax”. Aunque construido como Casa de Cultura en los años sesenta, y remodelado en los años noventa, para convertirse en museo, reúne el encanto de lo moderno y funcional, junto a una cierta dignidad institucional. Allí está muy bien alojada, organizada y documentada, la obra del pintor palentino, enamorado del paisaje castellano.

Sede de la Fundación Díaz-Caneja de Palencia.

El director de la Fundación, Juan Guardiola, ha hecho un esfuerzo considerable de presentación museográfica original, reuniendo de modo que no abrume al espectador, una numerosa documentación fotográfica, epistolar y bibliográfica, que resulta de gran interés, para acompañar la obra del artista.

Junto a Alberto Sánchez y Daniel Vázquez Díaz, Díaz-Caneja formó parte de aquella Escuela de Vallecas que, poco antes de la proclamación de la II República Española, proponía abiertamente un retorno al campo y al mundo rural. “Me dicen la ciudad —escribía Alberto en 1933— y yo respondo… el campo”. (“Palabras de un escultor”). En ese mismo sentido, la Fundación Díaz-Caneja se presenta como “Centro de Paisaje, Medio ambiente y Ruralidad” e invita a numerosos artistas contemporáneos a reflexionar sobre la idea del paisaje.

Juan Manuel Díaz-Caneja, La era, 1985. Colección Fundación Díaz-Caneja.

Recientemente tuve la ocasión de ir a Palencia para ver la exposición “Paisajes saNgrados” de la fotógrafa Carma Casulá, cuyo acercamiento a la idea contemporánea de paisaje y de naturaleza hace años que me viene fascinando.

Casulá ha trabajado reiteradamente en torno a ese paisaje degradado por la intervención humana, producto de las vías de ferrocarriles, autopistas, líneas de alta tensión, canteras y graveras que se abren alrededor de todas las grandes ciudades. Con sus grafitis y su deterioro visual, con sus escombreras y sus vallas publicitarias abandonadas, estos escenarios terminan de constituir al final para nosotros una especie de “segunda naturaleza”. Una segunda naturaleza que nos horroriza y que nos negamos a reconocer y a mirar.

Carma Casulá, «Paisajes saNgrados», 2024.

Lejos de consideraciones idílicas sobre la idea del paisaje, Casulá centra su objetivo en estos entornos degradados, sin ánimo de denuncia ni de condena, sino más bien de contemplación espiritual, como una amarga y renovada idea del viejo paisajismo romántico.

En su exposición “Paisajes saNgrados” presentaba las imágenes de vertederos y escombreras, a través de cortinas de baño, estampadas con motivos de una naturaleza fetichizada. Pajaritos, florecitas, pececitos y estrellitas de mar cobijan así vertederos ilegales en medio del campo, sobre los que Casulá reflexiona, arrojando una mirada lúdica, a la vez que irónica, acerca de nuestra relación con la llamada “naturaleza”.

Por Miguel Cereceda

Miguel Cereceda es profesor de Estética y teoría de las artes en la Universidad Autónoma de Madrid, crítico de arte y comisario independiente de exposiciones. Ha publicado El lenguaje y el deseo, El origen de la mujer sujeto y Problemas del arte contemporáne@. Su último libro, sobre teoría de la crítica, "Parcial, apasionada, política", se publicó en la editorial Árdora, en Madrid, 2020. Ha sido profesor invitado en las universidades de Potsdam (República Federal Alemana) y UDLAP (México).