24k. Escrituras de la diferencia

Andrea Bednarczyk Tisler

Recientemente se vendió la banana más cara del mundo. Su precio ascendió a 6,2 millones de dólares, asumidos por un joven millonario chino, Justin Sun, dedicado a la inversión en criptodivisas. Su interés en la obra –entre tantos otros– radica en ver representada la unión de dos mundos: el mundo del arte y el mundo de las criptomonedas, localizando en la pieza de Maurizio Cattelan –Comedian– un punto de encuentro entre dos realidades a priori bien diferenciadas, pero, a su vez, a menudo entrelazadas por un mismo concepto: la especulación. Algo que podría hacer preguntarnos, ya no sólo por el valor desorbitado de la pieza en términos económicos, sino por el valor que ésta tiene a ojos del empresario, dispuesto a afrontar tal precio. Una cuestión similar es la que lleva interesando a la artista Luisa Pastor (Alicante, 1977) desde hace ya algún tiempo. La alicantina pudo exhibir algunas obras relacionadas en la Feria ARCO y en la Feria Internacional de Arte de Bogotá. Sin embargo, no ha sido hasta ahora que, por fin, ha podido desarrollar su preocupación de forma más completa por medio de la actual exposición ‘24k. Escrituras de la diferencia’ en la Galería La Cometa. Una muestra que, abierta al público desde el pasado 16 de noviembre, conforma su primera individual en Madrid, donde centra su atención en la reflexión en torno al concepto “valor” y pone en duda las bases supuestamente asentadas del lenguaje.

Vista de las Balsas doradas en ‘24k. Escrituras de la diferencia’ en Galería La Cometa, Madrid, 2024. Fotografía facilitada por Galería La Cometa.

Escritura de la subversión

La manera en la que la artista articula su reflexión no puede entenderse sin atender algunas de las ideas que llevan acompañándola desde los inicios de su trayectoria y que escenifica muy bien su tesis doctoral: Ruptura y crisis del signo lingüístico: un estudio sobre la deconstrucción poética en el collage –finalizada en 2016–. El cuestionamiento del lenguaje, especialmente del lenguaje bajo los parámetros capitalistas, es una de las grandes preguntas que permea toda la exposición, algo sobre lo que ya había trabajado en exposiciones como ‘Escrituras ilegibles’ en la Galería Nordés de Santiago de Compostela a inicios del año 2022. Su título nos recuerda –desde luego que no casualmente– a aquella carta que en 1971 Roland Barthes envió a Mirtha Dermisache: “Usted ha sabido producir un cierto número de formas, ni figurativas, ni abstractas, que podrían ubicarse bajo el nombre de escritura ilegible –lo que lleva a proponer a sus lectores, no los mensajes, ni siquiera las formas contingentes de la expresión, sino la idea, la esencia misma de la escritura”. Al semiólogo le había impresionado el conjunto de grafismos ininteligibles que había desarrollado la argentina y que iban más allá de toda vinculación racional del lenguaje. Teniendo cuestiones como estas en mente, Luisa Pastor pretende, también, proponernos una escritura alternativa. Pero, esta vez, jugando con asociaciones objetuales previas e incitando rupturas que trasciendan la concepción equivalente arquetípica entre significado y significante que impera en nuestros días.

La repetición en masa de minúsculos e imperfectos cuadrados que encierran oro de 24 quilates y plata de la máxima pureza –guiño a maestros medievales– genera ficciones que buscan plantear realidades alternas, rasgo especialmente logrado en sus grandes formatos. Aquel manto de patrones cuadriformes con el que Gustav Klimt acogió a su famoso beso abraza aquí, paralelamente, toda la superficie del lienzo, con la novedad de que ahora, sus formas, amplían los horizontes de la bidimensionalidad. Su repetición no sólo pasa por su obsesivo motivo cuadrangular, sino que se extiende a la base matérica que confina su retícula: el libro de contabilidad. Un elemento casi fetichista que la lleva acompañando durante más de 25 años tras, casualmente, dar con él en un mercado de barrio. Desde entonces, ha vertebrado gran parte de sus composiciones. En ocasiones, tan sólo a modo de soporte o elemento estructural y, en otras, como es el caso, también entremezclando su papel compositivo con la aportación de significado a la pieza, tomando como referencia su función original. Subvertir de manera poética el cometido de estos objetos es la idea que subyace a esta urdimbre, pues las hojas de estas libretas ya no recogen el valor económico de aquello que se inscribe en ellas, sino que, por el contrario, ponen en entredicho precisamente la inquebrantabilidad de tales conceptos. Así, advertimos una doble metamorfosis: la de un material –el libro de contabilidad– que, ajeno a lo artístico, se le concede tal categoría y la de un soporte –el papel– que se convierte en la propia pieza. Un juego pertinente según la propuesta aquí abarcada, pues despoja al primero de su lógica económica y al segundo de su condenatoria función sustentante.

PLUSVALÍA ORO 24K (Mod. Cuaderno diario manuscrito de 1909), 2024. Deconstrucción de las hojas de un cuaderno antiguo de contabilidad manuscrito, láminas de pan de oro de 24k sobre papel algodón, 162,8 x 176 cm. Fotografía facilitada por Galería La Cometa.

Navegando hacia dónde

Por si la idea de la repetición para incidir en una misma reflexión no ha calado aún lo suficiente, la artista decide repetir también los títulos que dan nombre a todas las piezas bajo el término: Plusvalía. Un nombre que refuerza el tono crítico de sus obras y que, sumado al replanteamiento del término valor dentro de un espacio tan sujeto a lo comercial como lo es el galerístico, puede sugerirnos un cuestionamiento de todas las relaciones que acontecen según las dinámicas propias del mercado del arte. Algo que encierra la paradoja que atañe a tantos de los artistas actuales: ¿cómo morder la mano que te da de comer?

Encontramos un fugaz consuelo al apreciar las últimas piezas de la exposición: un conjunto de seis estatuillas que, bajo el nombre Balsa dorada, conforman ejemplos un tanto distintos a lo anteriormente visto, no sólo por ser las únicas en poseer un título disonante, sino también por albergar una visualidad algo discrepante con respecto al resto. El entramado cuadrangular que custodian sus lienzos ahora se torna materia escultórica revestida de aquello que tanta fiebre provocó entre los más codiciosos. Sin embargo, oro parece, mas vario no es. El esqueleto de estas balsas sigue compuesto por los libros de contabilidad –que hasta ahora veíamos desnudos– y el concepto es, de nuevo, trabajado a partir de la repetición formal. La idea de la subversión de la lógica económica se mantiene aquí de forma más simbólica y menos evidente, exigiendo al espectador cierto acto de fe. Sus balsas están abiertamente inspiradas en la Balsa muisca, pieza de orfebrería precolombina ubicada en el Museo de Oro de Bogotá, donde la artista quedó impactada por el chocante contraste lumínico generado por una sala negra y oscura que colisionaba con la radiante luz del oro de sus figuras –componente al que aquí se alude con una pequeña base negra que queda lejos de generar el mismo efecto–. Así, cita las ofrendas votivas que eran arrojadas a lagunas en honor a los dioses y que desató entre los exploradores españoles incontables expediciones en búsqueda del supuesto Reino Dorado.

Con la alusión a aquella leyenda de El Dorado se reaviva la noción de especulación con la que habíamos iniciado. Las dinámicas del mercado no sólo afectan al precio de las obras, sino también a la forma en la que éstas se perciben y se legitiman. Las mismas leyendas que antaño incentivaron a la ciega búsqueda de las más impensables fortunas en los más recónditos lugares hoy siguen contagiando a aquellos que sin cese pujan por un Cattelan, un Hockney o un Koons. Pese a que sea legítima la sensación de estar constantemente navegando en círculos, no puede negarse que sus balsas materializan un cierre coherente y una metáfora perspicaz. No sé si estas balsas portan riquezas, pero lo que está claro es que, al menos, por esta vez, sí nos salvan.

Vista de la exposición ‘24k. Escrituras de la diferencia’ en Galería La Cometa, Madrid, 2024. Fotografía facilitada por Galería La Cometa.

‘24k. Escrituras de la diferencia’, exposición individual de Luisa Pastor.
Galería La Cometa. Calle de San Lorenzo, 11. Madrid.
Del 16 de noviembre de 2024 al 18 de enero de 2025.