Los matices del té

Té negro.

Dirigida por Abderrahmane Sissako.

Té negro es en cierto modo la continuación de la aclamada Timbuktú, nominada al Óscar en 2015 y ganadora de siete premios César, incluyendo el de mejor película y mejor director, entre muchos otros galardones y nominaciones.  

Sissako es un director que siempre ha trabajado sobre las relaciones culturales entre países, sus diversas tradiciones y sobre la identidad cultural. En general, sobre lo que une y lo que separa en cuestiones geográficas y culturales a los seres humanos.

Como mínimo Té negro es una película poco común. En un principio, parece una historia de amores y de conexiones especiales, a través del tiempo y de la geografía. Estas diversas relaciones parecen tener un pequeño nexo compartido: un hilo conductor muy fino, que parece ser el motor que impulsa a la joven protagonista a viajar al otro lado del mundo, para profundizar en el conocimiento del té.

Pero no está claro que Sissako consiga transmitir esta necesidad del viaje, ni la historia de amor posterior parece consistente. Es extraño que una mujer de Costa de Marfil deje a su novio en el altar —incluso aunque sepa que le ha sido infiel— para adentrarse en el universo del té chino, en Guangzhou. Al menos de entrada, la historia choca bastante.

Podría ser una historia de amor lenta y madura, de no ser porque no se percibe química alguna entre los protagonistas, ni de la manera más tenue. Una historia de amor en la que las conversaciones de la pareja giran en torno a los matices del aroma o el modo de servir y saborear el té. Frente a esta pasión, la historia de amor queda muy desleída y secundaria.

Podría ser una narración lenta y parsimoniosa sobre los giros de la vida, pero resulta bastante traída por los pelos y, aunque sea una historia real, carece de cohesión. Y es que, en todo momento, resulta bastante confusa la dinámica de los personajes centrales. Por todo ello, creo que la pelícual no consigue transmitir lo que se intuye que desearía contarnos el director mauritano. Es una historia bonita, probablemente mal contada, y con una estética demasiado gélida, aunque insisto, muy bella.


Té negro.
Dirigida por Abderrahmane Sissako.
Guion de Kessen Tall y Abderrahmane Sissako.
Protagonizada por Nina Mélo como Aya, Chang Han como Cai, Wu Ke-Xi en Ying y Michael Chang como Li-Ben.
Música de Amin Bouhafa.
Estreno 13 de septiembre 2024
Duración: 111 minutos.

Por Rosa Criado Talavera

Rosa María Criado Talavera es licenciada en Filosofía por la Universidad de Salamanca, especializada en Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha realizado estudios en el Istituto Lorenzo de' Medici en Florencia, en la Evans School de Los Ángeles, CA. y en los Goethe Institut de Madrid y Berlín. Ha trabajado como responsable de Sensibilización de la ONG, Acsur- Las Segovias, y realizado multiples exposiciones como comisaria en Casa de América, sobre los crímenes de los paramilitares en El Salvador, o en El Círculo de Bellas Artes sobre Haití, en programas de concienciación social. Ha trabajado como responsable de Desarrollo en la Sección Nacional de Amnistía Internacional. Ha dirigido la Fundación para la Investigación de las Cooperativas de Trabajo Asociado. Ha coordinado exposiciones de Arte como Suite Venezia De Vicente Peris en Valencia y el Círculo de Bellas Artes en Madrid. Ha traducido algunos textos del inglés, como El análisis de la Belleza de W. Hogarth, Visor.