Vida como escritura, revelación y viaje.

Paco Yáñez

 

En la segunda planta del Museo de Bellas Artes de Asturias, formando parte de su sección dedicada a la «Renovación y últimas tendencias del arte», se encuentra una esquina en la que me suelo detener cada vez que visito Oviedo. Allí dialogan, trazando ese ángulo de noventa grados que tan poco humano le parecía a Eduardo Chillida, dos obras tan fascinantes como representativas de sus respectivos creadores: Guerrillero muerto (1967), de Manuel Millares, y Campo de Campos I (1987), de Pablo Palazuelo.

Muchas veces me he preguntado, contemplando estos dos soberbios cuadros, hasta qué punto es tan visceral el arte de Millares como nos deja entrever esa explosión controlada de arpilleras, cordeles, tubos y acrílicos; así como cuánto de cartesiana geometría y absoluta racionalización del trazo hay en el aparentemente antitético Palazuelo: dos pintores, si observamos estas dos obras, que podríamos pensar que ocupan los antípodas del arte español en la segunda mitad del siglo XX.

Manuel Millares: Guerrillero muerto, 1967. Museo de Bellas Artes de Asturias.

A responder a éstas y a muchas otras muchas preguntas se lanzan el comisario, teórico y crítico de arte madrileño Alfonso de la Torre y el compositor, artista y musicógrafo valenciano Joan Gómez Alemany en Cartas en torno a Manolo Millares, Pablo Palazuelo y otros. Una correspondencia (2018-2022) entre Alfonso de la Torre y Joan Gómez Alemany, un libro de 340 páginas que, partiendo de su intercambio epistolar en los últimos cinco años, les sirve para adentrarse en cuestiones de lo más diverso, uniendo arte(s), historia, sociedad, política, medios de (in)comunicación y un largo etcétera que hace del libro un ente vivo repleto de vericuetos a través de los cuales iremos comprendiendo, en profundidad, no sólo el pensamiento de ambos autores, sino las dinámicas que mueven a la mejor creación artística contemporánea y sus nada fáciles relaciones con el poder.

Como le comentaba a Joan Gómez Alemany a los pocos días de comenzar la lectura de Cartas en torno a Manolo Millares, Pablo Palazuelo y otros, mi habitual costumbre de tomar notas mientras transito las páginas de un volumen de este tipo saltó por los aires ante la inmensidad de reflexiones y continuas citas del mayor interés que nos interpelan en este libro a cada poco. Resulta, por tanto, más eficiente remitirse al muy útil índice onomástico (de diez páginas) para saber dónde encontraremos esas continuas vías de prospección intelectual, referenciadas a cada creador, que intentar tomar unas notas que, vista mi singladura por las primeras páginas de este libro, acabarían por remedar la mayor parte de las mismas: tal es el interés y la intensidad de lo aquí escrito (así como el calvario para quien intente, como ahora es mi caso, reseñar con un mínimo de exhaustividad un volumen de obligado conocimiento tanto para aquellos interesados en las obras de Millares y Palazuelo como para quienes quieran disfrutar de un género epistolar en este libro totalmente vivo, desbordándose a sí mismo en direcciones que van del ensayo al diario, pasando por el análisis musical o la teoría del arte).

Un aspecto sumamente interesante de Cartas en torno a Manolo Millares, Pablo Palazuelo y otros es cómo la escritura reflexiona sobre sí misma, sobre la transversalidad de géneros que aglutina, así como sobre una intertextualidad que no deja de conectar los análisis de Alfonso de la Torre y Joan Gómez con multitud de autores y artistas, con una gran presencia de una literatura que les sirve para encontrar espejos en otras disciplinas donde reflejar los muchos temas que analizan en las vidas y en la pintura de Millares y Palazuelo: desde la muerte a la soledad, o a la constante búsqueda de un lenguaje propio en ese frenesí de nuevas formas de expresión que fue la segunda posguerra mundial.

Es ésta, por otra parte —como señala el editor Josep Lluís Galiana en un prólogo que es otra de las joyas de este libro—, una correspondencia entre dos interlocutores de distintas generaciones, que se encuentran en un amplio ramillete de intereses compartidos, a los que aportan luces y criterios propios de sus campos de estudio, sugiriéndose arborescencias que van y vienen, como el tono de sus misivas: periódicamente incendiario en la prosa arrolladora y políticamente subversiva de Joan Gómez, mientras que De la Torre pone un contrapunto de distancia y serenidad, cuasi zen, tras los textos más intensos de Gómez Alemany (con una mención especial para una vigesimocuarta carta de arrojo revolucionario).

Veintiocho fueron las cartas que se enviaron (desde el 6 de octubre de 2018 al 1 de mayo de 2022) Joan Gómez Alemany y Alfonso de la Torre, un epistolario que —citando de nuevo a Galiana— es «pensamiento y cotidianeidad, lenguaje y vida, pero, sobre todo, es comunicación intelectual empeñada en constituir la memoria colectiva»; no sólo la relacionada con los dos pintores que dan título al libro, sino la memoria y la presencia de toda una serie de «marginales» aquí reivindicados, como Arthur Cravan, François Villon o Pierre-François Lacenaire, que sirven a Gómez Alemany para mostrar lo más tenso en la dialéctica del yo creador con la sociedad en la que vive.

Una forma de reacción, en sí misma, contra esos encarceladores modelos sociales al uso, contra la soterrada imposición de esquemas de pensamiento cosificado, lo es la propia escritura de Alfonso de la Torre y Joan Gómez: eludiendo el simplismo, los modelos impostados y el raquitismo tuitero-telegráfico, aquí revertido en un auténtico festín y gozo de una palabra libre, capaz de desbordarse a sí misma y de encontrar nuevos terrenos de expansión a cada párrafo, saltando entre artes, tiempos y espacios al modo de un palimpsesto móvil en el que las capas y suturas del texto vienen dadas tanto por la lógica temática de cada interpelación epistolar como por una respiración legítimamente poética, en la que la evocación de un aspecto en la vida de Millares y Palazuelo, o la profundización en una cuestión de orden técnico, llega a poner sobre la mesa recuerdos íntimamente personales de cada interlocutor, como sus respectivos comienzos en el mundo del arte o la vivencia de las bibliotecas familiares en la infancia (además de unas colecciones de cromos, como El mundo de la pintura (c. 1967), hoy impensables debido a la progresiva idiotización y conversión de la infancia en sector de consumo: una vez más, de homo sapiens a homo autómata).

Asimismo, a que ese diálogo tan rico y ecoico nos llegue en su forma más pertinente y primigenia, contribuye una exquisita edición por parte de Josep Lluís Galiana, que ha respetado la maquetación original utilizada por cada autor, «en un intento de salvaguardar las diferentes personalidades», así como de reflejar cómo este epistolario fue cambiando en un lustro, con sus diferentes tipografías, usos de la puntuación, presencia de fotografías, sangrado (textual y espiritual de cada interlocutor), etc.

Uno de los ejes que estructura el libro y da lugar a sucesivos intercambios de correos viene dado por las publicaciones que Alfonso de la Torre va realizando en los años que dura este epistolario, así como aquellas previas que da a conocer a Joan Gómez. De hecho, la correspondencia entre ambos se pone en marcha tras el envío que este último realizó a De la Torre de un artículo publicado en la revista on-line de música y arte sonoro Sul Ponticello a raíz del libro Manolo Millares, la atracción del horror (genueve ediciones, 2016), del propio Alfonso de la Torre: publicación que relaciona con las composiciones realizadas por Gómez sobre la misma temática, como la electroacústica Un grito y un cadáver (2018), basada en Manuel Millares y Antonio Saura.

Tras el alarde de referencias cruzadas llevado a cabo por Gómez Alemany sobre la muerte en nuestra cultura, De la Torre afirma que, en realidad, el tanto hablar en esta correspondencia sobre la muerte no es más que una celebración de la vida, festejada a través de la escritura y la lectura, aunando lo técnico y lo metafísico, lo concreto y lo universal, así como esa historia en capas que revelan los propios cuadros de un Millares que capitaliza las primeras cartas del libro.

Tirar de los muchos hilos que entreteje Cartas en torno a Manolo Millares, Pablo Palazuelo y otros nos proveería de una lista de lecturas formidable, pues estas cartas, como verdaderos diarios, son, asimismo, un registro de libros leídos y muchos otros por leer, que ambos se recomiendan y comentan, incluido el enorme caudal de referencias sobre ambos pintores que De la Torre suministra a Joan Gómez. En su búsqueda de lo que Alfonso de la Torre dice (y exige) como «No más palabras vanas» (ninguna, en este libro, lo es), la tercera carta es reveladora del potencial transformador de la poesía, así como nos muestra a un Millares que, para De la Torre, es el gran escritor de la generación abstracta española de la posguerra, dedicando a la Memoria de una excavación urbana (1973) del artista canario numerosas páginas ambos. Ese texto arqueológico-memorialista es llevado por Joan Gómez hasta la música de Robert Schumann, en un nuevo alarde hermenéutico-intelectual que pone en contrapunto con la tensión poética-libertad tanto en la obra de Millares como en la del compositor alemán.

Otras cartas, como la séptima, resultan desmitificadoras a nivel histórico; especialmente, para quienes no vivimos la floración del grupo El Paso, sobre cuya recepción por parte de la crítica española a finales de los años cincuenta lleva a cabo De la Torre un ejercicio dolorosamente esclarecedor en el que evidencia la incomprensión y el desprecio que siguió a sus exposiciones en la acartonada escena artística franquista. Palazuelo se asoma, ya, a esta séptima carta, desde su retiro en una Francia a la que viaja De la Torre para seguir las pistas de los espacios de la soledad en los que el pintor madrileño alquitaró su arte, año tras año. Vida como escritura, revelación y viaje, podría ser el título de esta fascinante epístola (así como de todo el epistolario).

Aunque pudiese exceder los márgenes al uso de una reseña bibliográfica el detenerse en cada una de las cartas que conforman este libro, algunas de ellas presentan una duración, una profundidad y un empaque propios de un ensayo, como la octava, en la que Joan Gómez establece toda una serie de relaciones entre la pintura de Palazuelo y la música de Fréderic Nyst, llevando sus deducciones hasta compositores como José María Sánchez-Verdú (gran admirador de Palazuelo y autor que reaparece en distintas cartas), Steve Reich o Morton Feldman, llegando en el final de su carta a interesantísimas conclusiones sobre la poesía, Palazuelo, Gilles Deleuze y el cinematógrafo.

En la décima carta, el coronavirus se cruza en el camino, con Gómez Alemany confinado en Austria, lo que impele a ambos a reflexionar sobre el encierro y el silencio como hábitat nutricio para el artista, desplegando una gran cantidad de ejemplos de lo más interesante. Son, esos tiempos de encierro forzado, momentos para profundizar en los escritos de uno y otro: una oportunidad para que Joan Gómez alabe cómo De la Torre construye su mirada a Palazuelo desde los pequeños detalles y la cotidianeidad del artista, y no desde rígidos marcos teóricos, reforzando la humanidad del pintor y cómo sus vínculos personales lo marcaron, entre los que ambos rastrean un posible encuentro entre Palazuelo y John Cage en París: nuevas muestras de esa poética del silencio que se convierte en eje de las cartas centrales del libro.

Esa búsqueda de referentes interdisciplinarios alcanza, en la decimocuarta carta, unos niveles de alta erudición y enorme disfrute para el lector, al cruzar Joan Gómez las respectivas obras de Palazuelo y Gustav Mahler —por medio de su Séptima sinfonía (1904-05)—, así como de todo un inter-texto que se dispersa y multiplica a través de ámbitos compartidos por en ambos lenguajes artísticos, como la plasticidad, la geometría, la notación o la fuga, tomando a compositores como Luigi Nono, Brian Ferneyhough o, de nuevo, Sánchez-Verdú, para iluminar el arte de Palazuelo (espejeo que Gómez Alemany llevará al cine por medio de las Histoire(s) du cinéma (1988-98) de Jean-Luc Godard y su quebranto de la estructuras clásicas, en una deslumbrante decimosexta carta).

En un libro tan dado a profundizar en la relación habida entre pintura, música y poesía, no podía faltar Paul Klee, llevándose a cabo todo un elogio de la línea como búsqueda de lo infinito, uniendo plástica y filosofía, así como una severa e informada crítica de nuestra insensibilidad ante la saturación de imágenes (deshumanizadas, no significativas, comercializadas) que nos rodea. El retorno de Millares, en la decimoctava carta (tras varias epístolas centradas en Palazuelo), permite a De la Torre y Gómez Alemany repensar el arte abstracto como forma legítimamente política, al tiempo que como puerta de acceso hacia lo desconocido.

Paul Klee: Harmonie der nördlichen Flora, 1927.

En este continuo rizoma y arborescencia que es Cartas en torno a Manolo Millares, Pablo Palazuelo y otros, de la escritura se derivan interesantísimas reflexiones sobre la labor del crítico en el terreno del arte (pero, también, de la música, de la literatura, etc.); especialmente, si éste lleva a cabo una contextualización de las obras, así como su catalogación, teniendo el potencial de rescatar a creadores del olvido; mientras que, en su reverso, Joan Gómez ataca con dureza la figura del crítico al servicio del poder, poniendo como ejemplo la relación de artistas como Richard Serra o Alex Katz con supermercados del arte como la Bienal de Venecia: negocios en cuya santificación ve Gómez no poca connivencia por parte de la prensa (que uno diría) cooltural.

Esa relación, viciada e incestuosa, reaparece con fuerza en una arrolladora vigesimosegunda carta que repasa y calibra la posibilidad de independencia de cada una de las artes, tomando Gómez Alemany la arquitectura servil con el poder económico como centro de sus más duros ataques, y a la que contrapone figuras como Charles Baudelaire y Edmond Jabès: nuevos ejemplos del arte como totalidad desde el fragmento, del cruce de estilos, del mestizaje y del elogio de la soledad, del poeta como artista único: anhelo de la excelencia en su más descollante genialidad, al lado de la cual lo notable es, simplemente, mediocre.

La presencia de San Juan de la Cruz, en la que será última carta de Alfonso de la Torre, enfoca la poesía desde otra perspectiva: la de la mística y la esencialidad, volviendo a reflexionar (con el poeta abulense en perspectiva) sobre sus propias epístolas, dejándonos pasajes de una belleza genuinamente poética, al rememorar su correspondencia con Joan Gómez: «Escribo las palabras en soledad, ceremonia de últimas palabras. Mas presto a la escucha del silencio e inmerso en tal mudez me descubro escuchando. Lo que parecía nada devino diálogo crecido en tal experiencia concentrada. Palabras sin descanso que no excluyen el inmediato traslado a una zona misteriosa, verbo de quienes con frecuencia escribimos negando la palabra conocida transitada. Negación que no impide enunciar y que tal afirmación devenga ensalzamiento, pensamiento en pos de la encarnación de la extensión visible».

Tras esta carta, en las dos últimas será Joan Gómez quien cierre el libro, abismado a la lectura de los monumentales catálogos razonados de Manuel Millares y Pablo Palazuelo: dos de las mayores empresas bibliográficas de Alfonso de la Torre, cuya lectura sirve a Gómez Alemany para volver a tomar la escritura como camino de vida y muerte, realizando un hermoso (y fotográficamente documentado) trayecto por los cementerios que ha visitado, al tiempo que reflexiona sobre su reciente viaje a Rusia (cuando tal cosa era posible: ¡cómo ha cambiado el mundo, desde que estas cartas fueron escritas!).

Es por ello que el propio libro acaba teniendo mucho de itinerario y búsqueda de una suerte de totalidad, desde la vivencia del fragmento y su aportación a la construcción de un sentido global, si pensamos que los primeros capítulos estaban dominados por publicaciones de Alfonso de la Torre que analizaban aspectos más concretos en las obras de Millares y Palazuelo, para terminar con esa hazaña de catálogos razonados cuyo esplendor y grosor vemos en la página 278 del libro (catálogos que cualquier amante del mejor arte español contemporáneo habrá tenido en sus manos). Algunas de las últimas preguntas que se formula Joan Gómez resultan reveladoras sobre la direccionalidad que ha seguido su epistolario con De la Torre y su propio descubrimiento de la obra del crítico y teórico madrileño, pues se cuestiona cuál habría sido su visión de ambos artistas si el recorrido hubiese sido inverso: partiendo de los magnos catálogos razonados hasta los estudios de índole más local (¿Acaso, en el fondo, la mayor parte de nuestra vida no responde más al trayecto por ellos realizado?: suma de esquirlas recogidas en nuestro caminar a las que, con suerte y constancia, conferimos algún intento de explicación desde el diálogo).

La última carta de Joan Gómez, a modo de epílogo, da un sentido práctico a todo este viaje de iniciación y conocimiento, comentando una exposición comisariada por Alfonso de la Torre, Arte y espiritualidad. Imaginar lo extraordinario (2022), en la que Gómez Alemany creó una lista musical que se ofreció al público asistente y en la que el compositor valenciano buscaba nuevos espejeos entre las obras de la Colección BBVA y la espiritualidad, imponiéndose criterios de multiculturalidad y diversidad estilística que reunieron en un mismo listado desde cantos tibetanos a música europea de vanguardia, pasando por Johann Sebastian Bach y espirituales afroamericanos.

Un día antes de concluir esta reseña bibliográfica, escuchaba en Santiago de Compostela al poeta sirio Adonis recitar sus propios versos y reflexionar en voz alta sobre la potencialidad (que él decía «enorme») de nuestros artistas y poetas, si bien ponernos en aviso del riesgo que corremos con la creciente depauperación de la escena cultural que estamos sufriendo, destacadamente, en Europa. Libros como Cartas en torno a Manolo Millares, Pablo Palazuelo y otros nos recuerdan quiénes somos y esa sustancia de arte, pensamiento, civilización y humanismo de la que deberíamos estar formados los ciudadanos del mundo. Por ello y por sus múltiples referencias, tan sabiamente traídas e hilvanadas, este epistolario constituye una auténtica celebración de la palabra.

 

5 de noviembre de 2022


Alfonso de la Torre y Joan Gómez Alemany: Cartas en torno a Manolo Millares, Pablo Palazuelo y otros. Una correspondencia (2018-2022) entre Alfonso de la Torre y Joan Gómez Alemany. Valencia: EdictOràlia Llibres i Publicacions, primera edición, agosto de 2022. Un volumen en rústica de 340 páginas; 24×17 cm. ISBN 978-84-123485-1-4.