Un siglo (en palabras) de Jonas Mekas

Paco Yáñez

Tras el lanzamiento en castellano de dos de los libros más representativos del realizador lituano-estadounidense Jonas Mekas, la editorial argentina Caja Negra vuelve a invitarnos a conocer el pensamiento y los recuerdos del ya desaparecido director y activista cultural, por medio de Destellos de belleza. Anécdotas y escenas de una vida. Como comprobaremos a lo largo de sus 368 páginas, es éste un libro cuyo título nos remite al magnum opus del propio Mekas, la colosal As I Was Moving Ahead Occasionally I Saw Brief Glimpses of Beauty (2000), con sus 288 minutos de duración, película con la que comparte estilo y contenido.

 

Destellos de belleza es, prácticamente, una síntesis de los tres volúmenes de Jonas Mekas antes publicados en nuestra lengua; respectivamente, Ningún lugar adonde ir (2008) y Cuaderno de los sesenta (2017), ambos editados por Caja Negra, a los que sumamos otra edición imprescindible del lituano: Diario de cine, publicado en 2013 por la editorial mexicana Mangos de Hacha. Destellos de belleza contiene numerosos apuntes autobiográficos, pasajes ensayísticos y esos retratos de sus allegados que tanto caracterizan la cinematografía de Mekas: toda una celebración de la vida. Originalmente, este libro fue publicado por Anthology Editions en 2017, con el título A dance with Fred Astaire, puesto que es precisamente Fred Astaire, junto con Yoko Ono, quien protagoniza el primero de los recuerdos aquí compartidos por el cineasta: el de su improvisado baile, en 1972, con el actor norteamericano, para una filmación de la artista nipona.

Fred Astaire, Yoko Ono, John Lennon, Jackie Kennedy, Andy Warhol, Salvador Dalí, Federico Fellini, Arthur Miller, Pier Paolo Pasolini, Aldous Huxley, Maya Deren, Fritz Lang, Roberto Rossellini, Allen Ginsberg, Otto Preminger y un larguísimo etcétera habitan un volumen que se podría leer como una auténtica novela de formación y pasiones compartidas. Al contrario que los primeros libros de Jonas Mekas, viaja (por medio de profusas elipsis) hacia los orígenes. Pues los últimos capítulos rememoran su infancia en Lituania y sus procesos de aprendizaje; algunos de ellos, especialmente traumáticos, como los referidos a los idiomas que, sucesivamente, fueron aprendiendo y teniendo que dejar de hablar, según las fuerzas de ocupación se sucediesen a lo largo de la Segunda Guerra Mundial y a lo ancho de los meses en los que los hermanos Mekas recorrieron Europa como refugiados de guerra, hasta su llegada a los Estados Unidos: nuevo continente en el que Mekas conforma su definitiva Ítaca, en la cultura underground neoyorquina, de la que se convierte en uno de sus más lúcidos dinamizadores y retratistas, como vuelven a mostrar estos Destellos de belleza.

 

Estamos ante un libro que, como la producción fílmica del propio Mekas, es profundamente fragmentario, rehuyendo todo discurso lineal y totalizador, para reflejar una percepción netamente poética de la realidad, en la que, frente al guion previamente cerrado, se impone un montaje musical desarrollado por medio de acordes de recuerdos y una intensa poética del momento. En el caso de Destellos de belleza, la escritura de Jonas Mekas opera en un sentido muy similar al que el realizador lituano había trabajado en As I Was Moving Ahead Occasionally I Saw Brief Glimpses of Beauty (donde imágenes antiguas tomadas con su cámara Bolex eran comentadas, en off, décadas más tarde, durante el montaje), pues textos de los años cincuenta, sesenta o setenta en ocasiones se ven acompañados de adendas que, ya avanzado el siglo XXI, ponen al día la vida y las obras de aquéllos que habían protagonizado sus anotaciones. Coleccionista impenitente y voraz de todo tipo de recuerdos, como lo demuestran las hermosas fotografías que acompañan esta edición de Caja Negra: desde la etiqueta de un vino hasta acreditaciones de prensa, pasando por postales, fotogramas, recortes de publicidad, sus propios diarios o, lo que constituye el grueso visual de este volumen, una inmensa galería de quienes hicieron de la Nueva York de la segunda posguerra una de las efervescencias (multi)culturales más potentes y atractivas de cuantas se recuerdan (en tiempos que, desde estas páginas hoy leídas, se intuyen más libres, irreverentes y auténticos que esta tercera década del siglo XXI, tan marcada por una nueva forma de pensamiento único, tutelada por lo que otro cineasta neoyorquino, Woody Allen, define en sus memorias como la «policía de lo correcto»).

 

Y es que, en un momento en el que en España políticos y empresarios se tiran los trastos a la cabeza por uno o dos grados más de confort en nuestras cápsulas-de-bienestar-y-alienación-programada, leer a Jonas Mekas resulta toda una lección de cómo, desde las condiciones más desfavorables, tanto él como su hermano Adolfas fueron encontrando un camino que los llevó a formar parte de esa constelación de artistas que cambiaron la cultura contemporánea, aun partiendo de momentos en los que tuvieron que recurrir al robo para, simplemente, poder subsistir. Actos de latrocinio justificados en Destellos de belleza, en pasajes tan reveladores como éste: «Debo confesar que durante el rodaje de esa película, mientras vivíamos en East 13th Street, sin un centavo, aprendimos a visitar el supermercado junto a nuestro departamento, de la cadena Safeway, y robar productos básicos. Nos volvimos expertos. Incluso desarrollamos una teoría sobre cómo no es un delito robar comida cuando se tiene mucha hambre siempre y cuando se trate de una cadena y no de un comercio independiente».

 

En la constante alternancia de lugares, momentos históricos y personajes implicados en cada recuerdo —todos ellos unificados por su proverbial humanismo—, Mekas es capaz de pasar de la búsqueda de lo más íntimo y esencial de lo religioso, en las iglesias de Ávila y Fátima, a denunciar, sin pelos en la lengua, la censura de una libertad artística por la que llegó a ser arrestado, tras programar, en los años sesenta, películas como Flaming Creatures (1963), de Jack Smith; o Un chant d’amour (1950), de Jean Genet, consideradas por la «policía de lo correcto» del momento como indecorosas y pornográficas. Esa frontal oposición de Jonas Mekas a toda forma de censura, corte o manipulación de la obra artística conoce en este libro momentos muy reveladores que van de Bélgica a los Estados Unidos, por no hablar de sus primeras y mucho más traumáticas experiencias en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, cuando, queriendo documentar con una cámara fotográfica el comienzo de la ocupación, un soldado soviético se la arrancó de las manos, pisoteando el rollo, bajo la sorprendida mirada de aquel lituano que a punto estaba de comenzar su exilio, debido a sus actividades de resistencia, contra los sucesivos invasores de su país natal.

 

Aunque sin llegar a tales extremos de brutalidad, las presiones políticas, económicas y mediáticas siempre estuvieron presentes a lo largo de su vida, tanto en su recorrido por Europa, como en su etapa norteamericana —de la que mayoritariamente se ocupa este libro—. De ello son un revelador ejemplo los chantajes de los que fue objeto Mekas, al intentar realizar una película biográfica sobre Jackie Kennedy, película que ella misma había querido rodar, enamorada, como estaba, del cine de Jonas Mekas (un realizador que la califica como «un ser humano increíble» y para quien no cesa de tener buenas palabras en numerosas páginas de este volumen). Presionado por los magnates televisivos y coaccionado económicamente, el realizador lituano nunca llegó a finalizar dicha «biografía inconclusa». Aunque algunos rollos de dicho metraje fueron reutilizados por Mekas posteriormente. Si bien reconoce, como una pequeña venganza y signo de fidelidad por parte de Jackie Kennedy, el que ésta «jamás le dio el proyecto biográfico a nadie más. Fue algo exclusivo entre ella, Peter Beard y yo».

 

Este tipo de presiones y enfrentamientos entre la escena underground y el poder establecido del biempensantismo es recurrente en las páginas de Destellos de belleza, mostrándonos, una y otra vez, las paupérrimas condiciones de vida de cineastas que hoy forman parte del canon del nuevo cine estadounidense, como Stan Brakhage, Hollis Frampton, Jack Smith, Ken Jacobs, Joseph Cornell, Gregory Markopoulos o Kenneth Anger: nómina largamente ampliable a la que se sumaban realizadores con unas posibilidades pecuniarias mucho más solventes, como Yoko Ono o Andy Warhol. Para facilitar no sólo un lugar donde pernoctar, sino el mínimo sustento y la financiación de sus películas, relata Mekas en estas páginas la importancia de instituciones por él cofundadas: el Film Institute y los Anthology Film Archives, cuyos ahorros, en tantas ocasiones, salvaron —como recuerda Jonas Mekas con cifras exactas— a muchos cineastas en apuros, ya fuese en los Estados Unidos, ya en Europa. En este sentido, Destellos de belleza constituye toda una cara b de las inauguraciones y alfombras rojas del cine industrial, así como de los actos más oficiales de la Nueva York de la posguerra: capítulos aleccionadores de cómo el insaciable deseo de saber, la infatigable cooperación con la otredad reconocida, o el hacer más con menos, pueden subsanar carencias que el talento, la cultura y una pericia técnica adaptada a las circunstancias vencen (tanto ayer como hoy, cuando disponemos de unas posibilidades de realización fílmica, montaje y distribución jamás vistas, ni más económicas).

 

Cierto es que, para darles cierto brillo y presencia en la escena cultura neoyorquina, tanto el Film Institute como los Anthology Film Archives o la revista Film Culture requirieron de fondos para poder desarrollar su colosal labor, desgranada en diversos capítulos de este libro por medio de nombres propios, como el de Jerome Hill, personaje rico y culto a quien Mekas dedica numerosas páginas y sentidos elogios, por su apoyo a los proyectos que implicaban (y salvaban de la precariedad) a los cineastas underground del melting pot neoyorquino, incluida la Independet Film-Maker’s Grant, beca que, durante siete años, auspició la realización de diversas películas hoy icónicas de realizadores como Peter Kubelka, así como la propia edición de Film Culture, cuyos gastos de imprenta fueron sufragados en no pocas ocasiones por Hill.

Es sólo un ejemplo de cómo la vida privada y la vida pública se intersecaban constantemente, algo de lo que es una buena muestra la repetida aparición en estos capítulos del loft de Jonas Mekas, convertido en sala de cine y espacio de tertulia (además de albergue) para la escena cultural más experimental de Nueva York, incluidas visitas ilustres que comprendían desde Salvador Dalí a Andy Warhol, pasando por un Roberto Rossellini que, según cita Jonas Mekas, llegó a afirmar que «de no estar realizando las películas que hago en la actualidad, pienso que estaría haciendo películas como las de Brakhage o las tuyas», pues Rossellini pensaba que en los años sesenta «no hay nada en Europa equiparable a Window Water Baby Moving [1959], de Brakhage, Oh Dem Watermelons [1965], de [Robert] Nelson o el cine de Bruce Conner», películas, estéticas, estilos y contenidos cinematográficos que el realizador italiano consideraba «completamente revolucionarios».

 

Pero, sin duda, el gran protagonista, junto con el propio Mekas, de estos Destellos de belleza es Andy Warhol, artista y cineasta sobre el que versan algunos de los capítulos más sentidos, cómplices e ilustrativos de este libro: desde su personalidad y forma de estar en la escena cultural neoyorquina, a proyectos cinematográficos como la mítica Empire (1965), en cuya gestación no sólo tuvo una importantísima parte Jonas Mekas, sino que él mismo estuvo presente durante el estreno y el previo rodaje de la misma, algo que atestigua el hecho de que, en un breve pasaje de las ocho horas y cinco minutos que dura el filme warholiano, se le puede ver reflejado en la ventana de la habitación, desde donde se filmó la película. Capítulos como Algunas notas sobre Andy Warhol resultan sumamente reveladores para acercarnos al artista de Pittsburgh, de quien Mekas dice: «He conocido muy poca gente tan dulce como él. Siempre aprecié su solidaridad y el hecho de que se mantuviera fiel a sus amistades. Las veces que necesité ayuda, bastó con decir que necesitaba ayuda. No pedía explicaciones. Era un amigo de verdad».

 

Primer libro publicado en castellano tras la muerte de Jonas Mekas, Destellos de belleza celebra el pensamiento, la vida y la integridad de un artista que en 2022 hubiese cumplido (y por poco no llegó, pues Mekas falleció el 23 de enero de 2019) cien años de edad, como lo hubiese hecho, este mismo 2022, un Pier Paolo Pasolini igualmente admirado por Jonas Mekas y que a estas páginas también se asoma, por medio de sus encuentros con el cineasta lituano en Roma y Nueva York (¡qué finales tan distintos, los de ambos realizadores; qué nefanda crueldad, el asesinato del italiano!).

 

Libro inclasificable, como el propio cine de Jonas Mekas. Pablo Marín lo define, en su estupendo prólogo (como estupenda me ha parecido su traducción), como «una autobiografía híbrida, camaleónica, impulsada por la amistad y narrada a corta distancia a través de una oralidad frágil y dubitativa que a menudo nos sorprende por su honestidad». Quizás leyendo más libros como estos Destellos de belleza, y recorriendo la vida de Jonas Mekas, desde la violencia de la guerra a la universidad de las artes que fue Nueva York, por medio de sus cines, salas de arte, tertulias, conciertos y conferencias, consigamos que la honestidad deje de sorprendernos, como la propia sencillez con la que Mekas narra cosas tan grandes como las que aquí nos cuenta, en una lectura obligada frente a un tiempo de banalidad, impostura y pantallas vacías, como el que vivimos.

 

17 de agosto de 2022

 


Jonas Mekas: Destellos de belleza. Anécdotas y escenas de una vida. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Caja Negra, 2022. Edición en castellano con traducción y prólogo de Pablo Marín. Un volumen en rústica hilo de 368 páginas; 20x14cm. ISBN 978-987-48623-1-0. Distribuidor en España: Tarahumara Libros.