Del 25 de septiembre al 3 de octubre de 2021, el colectivo de artistas Néxodos, ha organizado en los alfares de Portillo (Valladolid) un encuentro entre arte y artesanía, en el que se invita a veinte diferentes artistas a dialogar con la técnica tradicional de la alfarería. Los artistas participantes en el proyecto, titulado «Re_hacer», son Marta Almudí, Javier Ayarza, Tania Blanco, Javier R. Casado, David Duyos, Bettina Geisselmann, José Ignacio Gil, Montserrat Gómez-Osuna, David Herguedas, Marcos Isamat, Virginia López. Alejandro Martínez Parra, Julio Mediavilla, Ana Pérez Pereda, Nacho Román, Félix Sanz, Carlos Sanz Aldea, Natalia Suárez, Julián Valle y Cristina Zelich.
Es sabido que el libro del Génesis presenta un doble relato de la creación. Es seguro que ello es el producto de la edición conjunta posterior de dos relatos de la misma historia, escritos por dos autores diferentes. En Génesis 1, el dios allí nombrado se llama Elohim y tiene la capacidad extraordinaria de crear mediante la palabra. Hágase la luz, y la luz se hizo.
Es curioso que, mientras que la tierra, los cielos, las plantas y los animales son creados por él mediante una orden directa, sin embargo a la hora de crear al hombre, este Elohim, parece ponerse manos a la obra, y ya no dice: ¡Hágase el hombre!, sino más bien: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gen 1:26). La sorpresa viene, cuando, después de esta primera creación, uno se encuentra inmediatamente otra vez todo el relato de la misma creación. De nuevo la tierra y los cielos, las plantas y los animales, el hombre y la mujer. En este segundo relato, dios se llama Jehová, y parece mucho más entregado a la idea de una creación artesanal. Este Jehová crea al hombre como un alfarero. Lo modela a partir del barro y le insufla la vida con su propio aliento. Jehová además no solo crea a la mujer mediante una sorprendente operación quirúrgica, en la costilla de Adán, sino que trabaja el huerto y cuida del jardín y, cuando expulsa a Adán y a Eva del paraíso, se toma él mismo la molestia de coserles unos vestiditos. Alfarero, cirujano, hortelano y sastre, Jehová manifiesta y expresa una idea artesanal de la creación completamente diferente de la que expresa Elohim, para el cual la creación consiste más bien en un mandato.
La idea del dios alfarero como creador originario y formador de la vida de los hombres, no es tan solo una idea bíblica. Se encuentra en el Gilgamesh, entre los sumerios, en el mito de la formación de Enkidu, modelado por la diosa Araru, a partir de un bloque de arcilla, y se encuentra también entre los egipcios, en el mito del dios alfarero Jnum, que formaba a partir del barro los cuerpos de los hombres, mezclándolo con agua del Nilo e insuflándoles vida con su propio aliento. Nacido entre las culturas sumeria y egipcia, el Jehová de los judíos, parece haber heredado de aquellos algunas de sus habilidades artísticas y técnicas. Y en particular esta habilidad artesanal del alfarero, capaz de crear, amasando con sus manos, los cuerpos de los hombres.
[En la imagen, «De alfares y alfareros» obra de Javier Ayarza en Re_hacer | 25 septiembre al 3 octubre 2021 | Alfarería Andrés Perez | Portillo (Valladolid)]
De este doble modelo de la creación (el autor intelectual frente al artesano manual) parece que se derivan todavía muchos de los problemas relativos a la idea de la creación contemporánea.
Si, por un lado, la idea moderna de las Bellas Artes se forjó sobre la distancia elitista entre las artes mecánicas y las artes liberales, ajenas al esfuerzo y al trabajo físico y, por ello, más propias de los hombres libres; el arte contemporáneo, por su parte, se forjó su propia imagen al deshacerse no solo de la tradición académica y del virtuosismo de la creación plástica, sino sobre todo al desentenderse con ello del carácter artesanal de la propia producción. Al insistir en la condición intelectual de la creación artística, el arte contemporáneo fue despreciando cada vez más la parte puramente técnica o mecánica, de modo que ahora el artista encarga sin pudor la ejecución de “sus” obras a técnicos y artesanos.
Por otro lado, sin embargo, el arte contemporáneo ha tratado de acercarse en numerosas ocasiones a la producción técnica y artesanal, no solo para aprender de sus raíces, sino también para superar sus propios prejuicios clasistas. A pesar de la polémica suscitada por artistas de élite que le encargan la producción de su trabajo a artistas indígenas, no es necesario esperar hasta Francisco Toledo para encontrarse explícitamente esta denuncia. El propio Picasso abordaba el carácter artesanal de su trabajo, incluso cuando aprendió la soldadura con Julio González o cuando producía directamente sus botijos, sus vasijas o sus cerámicas, con un cierto orgullo proletario. Es cierto que la reivindicación nostálgica de la creación artesanal fue originalmente, con William Morris, un rechazo explícito de la mecanización de la producción y de la enajenación del operario, características de la producción industrial. Pero en esa primera reacción nostálgica también se soñaba con la supresión de las diferencias entre las distintas clases sociales, al suprimir la distancia entre el artista y el artesano.
Particularmente el feminismo contemporáneo ha sido muy activo a la hora de reivindicar el trabajo artesanal, tradicionalmente despreciado, por el hecho de estar realizado por mujeres, como el hilado, el tejido o el bordado.
Con su hermosa serie titulada “Caricias de barro”, Ana Pérez Pereda ha querido reivindicar a la vez el trabajo artesanal de las mujeres y el de los alfareros, al bordar sobre delicados pañuelos, las manos del alfarero, haciendo crecer amorosamente en el torno sus cacharros.
Pero lo cierto es que el diálogo entre arte y cacharreía resulta sorprendentemente rico y complejo. Hubo en este encuentro quien prefirió mantener la dignidad de los espacios de los alfares sin profanarlos. Con intervenciones musicales, como la de Nacho Román, o fotografiando directamente a los maestros alfareros y sus creaciones, como Javier Ayarza. Hubo quien, como Julio Mediavilla, encontró un recinto especial –el interior de un horno cerámico, que suscitaba la ominosa idea de un horno crematorio– para ubicar allí sus propias instalaciones. Pero también hubo otros muchos que se tiraron al ruedo y abordaron explícitamente, con sus propias manos, las relaciones entre arte y alfarería.
Además de meterse en harina, componiendo en directo con sus manos una nueva obra, Ana Pérez Pereda ha reflexionado también sobre las manos de la creación, utilizando como modelo las manos del alfarero. Montserrat Gómez-Osuna, por su parte, no solo compone y modela ella misma objetos cerámicos, sino que además, en un diálogo deliberado sobre las relaciones entre arte y artesanía, se sirve de sus cacharros como modelo para sus cuadros, no para componer bodegones, al modo de Morandi, sino verdaderos paisajes pictóricos.
En una bella meditación sobre los riesgos de la creación artística, Marcos Isamat se sirve de varios intentos fallidos y de platos cerámicos logrados y malogrados, para construir con ellos, sobre la pared una parábola de la creación artística. Carlos Sanz Aldea, por su parte, afronta un diálogo arriesgado con los temas y las formas tradicionales de la creación cerámica local y —rememorando nada menos que la violenta tradición del toro de la vega— se arriesga con la audaz figura de un torito botijero, para dialogar abiertamente con dicha tradición.
Re_hacer: encuentro de artistas y artesanos en los alfares de Portillo (Valladolid). Del 25 de septiembre al 3 de octubre de 2021.