En una entrevista de principios de año, el filósofo Fernando Broncano afirmaba que el espacio es el tesoro de nuestro tiempo: “¿Dónde están ahora las grandes reservas de beneficio? En el espacio”. Muestra de ello son los fondos buitres comprando el centro de las ciudades, conscientes de que se están apropiando del control fundamental de la economía.
Tras exponer sus últimos trabajos en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, el fotógrafo documental Alejandro S. Garrido presenta The Platform. Images of the New London 2018-2020 en la Galería Moisés Pérez de Albéniz, una serie en la que analiza esta lucha por el espacio ―con el capital ganando por goleada― en la ciudad de Londres. A través de sesenta fotografías de carácter realista, el autor selecciona localizaciones estratégicas para interconectar una serie de fenómenos que aparentemente no guardan relación: la apertura de tres nuevas estaciones de metro, la creación de un clúster tecnológico, el traslado de la Embajada de Estados Unidos, la ampliación de la Tate Modern… Parece que la ciudad avanza hacia un supuesto progreso. Sin embargo, las imágenes ―y sobre todo el texto― muestran que estas transformaciones forman parte de un único sistema urbano resultado del ciclo de acumulación económica que siguió a la crisis financiera del 2008.
El geógrafo David Harvey lo resume así: “ahora no construimos ciudades para que la gente viva, sino para que se invierta en ellas”. El progresivo aumento del precio de la vivienda obliga a la población a alojarse cada vez más lejos de los centros de influencia, mientras que muchos de los pisos acumulados por grupos de inversión permanecen vacíos la mayor parte del año. Este fenómeno de gentrificación ya nos resulta familiar: lo presenciamos en Madrid y se ha documentado en repetidas ocasiones.
Ahora bien, la incisiva mirada de Garrido sobre la vasta ciudad de Londres desvela su carácter de plataforma, de la que la gentrificación es solamente una de sus caras. La metrópolis aparece como vehículo para la producción económica, como subproducto del capital ―especialmente el financiero―, dando lugar a una plataforma en la que los espacios son diseñados ya no para ciudadanos sino para meros usuarios, consumidores predefinidos que excluyen a quien no lo sea. Es decir, los procesos de regeneración en nombre del progreso son parte del ciclo de financiarización ―propio de un capitalismo que ya no es industrial sino financiero―, que a su vez se sustenta en la desposesión simbólica
En este último punto es donde brilla el trabajo de Garrido. Si bien lo descrito hasta el momento hubiera podido referirse a un texto sociológico, las fotografías del autor muestran el proceso de eliminación de los símbolos obreros de la ciudad, sobre los cuales se abre paso la nueva ciudad global. Así, mirando los proyectos urbanos puede comprenderse la relación entre los habitantes y el capital.
Un ejemplo de ello es la fotografía de la icónica central eléctrica de Battersea: el edificio de ladrillo más grande de Europa, símbolo de la historia industrial británica, está siendo transformado ―por dos de los grupos de inversión más grandes de Malasia― en un gran centro comercial de lujo, viviendas exclusivas y las oficinas en las que Apple instalará su sede. Un caso similar es el de Canary Wharf, conocido también como el Manhattan de Londres: sobre las ruinas del antiguo puerto, que cesó su actividad en 1980, se levantaron rascacielos como el One Canada Square ―el edificio más alto del Reino Unido hasta 2012―. Tras la crisis financiera, se emprendió la construcción de un nuevo barrio en los terrenos colindantes al distrito financiero, con 3.600 viviendas para “londinenses con ambición”, categoría en la que parece que no entrarían las familias de los estibadores.
Precisamente esta fusión entre lo viejo y lo nuevo, profesionalmente encuadrada con la cámara de Garrido, puede engañar al visitante de la galería. Si este se pasea sin el tiempo ni la fuerza suficiente para digerir el trabajo sociológico del autor, fácilmente se dejará llevar por la calidad estética de las imágenes en blanco y negro, en las que señoriales edificios conviven con modernos tranvías, carteles de comida japonesa y grúas, muchas grúas. La exposición, cuando se contempla detenidamente, constituye una documentación con un notable carácter político del impacto del modelo económico sobre la forma urbana. Así, el autor se enmarca en la tradición que el fotógrafo Cornell Capa denominó fotógrafos comprometidos: señala, en un acto de denuncia, la deriva de las ciudades globales. Esta aspiración transformadora, como expresa el propio Garrido, pasa por “generar un espacio de debate y contemplación tranquila sobre las realidades que nos rodean”. Se trata, pues, de un ejercicio crítico que pretende poner un problema ―la lucha por el espacio que nos rodea, las ciudades― encima de la mesa. Al mismo tiempo, tanto en la ausencia de propuestas como en el marcado carácter nostálgico de la serie, queda patente el pesimismo de Garrido con respecto al devenir de la ciudad.
Si el visitante, desolado por el futuro de su urbe, está necesitado de esperanza, le aconsejo que al salir de la exposición no se detenga en contemplar el mural de la galería, que retrata la nueva ―y, según Garrido, también vieja― normalidad de la City, y se dirija directamente a la plaza a su derecha, uno de los pocos espacios de Madrid que siguen luchando por la recuperación y gestión del espacio público para la ciudadanía. Si prefiere una propuesta de arquitectura para el futuro, le sugiero que visite la exposición On the Water’s Edge, de James Casebere, en la galería Helga de Alvear. Última recomendación: La destrucción del Bajo Manhattan, de Danny Lyon, en el Museo ICO. Aquí encontrará otra muestra de fotografía comprometida, si bien con una mirada más cercana, subjetiva y creativa.
The Platform. Images of the New London 2018-2020. Alejandro S. Garrido. Galería Moisés Pérez de Albéniz. Calle del Dr. Fourquet, 20, Madrid. Colabora: Museo Patio Herreriano de Valladolid. Hasta el 30 de enero de 2021.
Gerard Serralabós
16 de diciembre de 2020