Archivo de nubes

Archivo de nubes

Vista de la exposición de Carlos Limorti en la galería Siboney de Santander

Hacía años que Carlos Limorti había abandonado la pintura. Trabajos mejor remunerados, compromisos, obligaciones y una larga dedicación a la gestión cultural parecían haber oscurecido su verdadera vocación. El artista sin embargo trabajaba en casa y en silencio. Pintaba nubes en secreto, como un niño, con un lápiz y sobre una cartulina. Una y otra y otra más. Nubes como cirros o cúmulos o estratos, nubes de tormenta y nubes de verano. Rompimientos de gloria, nimbos, nubes. Pero la técnica que el artista utilizaba no era en absoluto la de un niño. Por el contrario, con el lápiz conseguía imágenes sorprendentes, de un verismo fascinante.

Dibujar así, las nubes, es algo que goza de una larga tradición romántica. Tal vez fue William Turner el pintor que más fascinado estuvo por las nubes. Sus acuarelas de nubes son casi tan emocionantes como sus vedute de Venezia. Solo él, como un moderno Ulises, se hizo atar al palo mayor de un barco, en medio de la tormenta, para poder observar mejor los efectos visuales de una galerna. Carlos Limorti se mueve en esta tradición romántica. Él ya no se ata al palo mayor de ningún barco. Mira en silencio, desde su ordenador, y busca imágenes de nubes. Y las pinta. O, no sé, las dibuja. En realidad él tan solo utiliza un lápiz. Parece como si pintase o incluso como si fotografiase. Pero no, en rigor tan solo las dibuja. Y guardaba después sus dibujos como fichas de cartulina en un archivador.

Si todo hubiese quedado ahí, Limorti no habría pasado de ser más que otro de los innumerables artistas olvidados y secretos. Mal de archivo. Ya lo dice Derrida: lo que se archiva para ser recordado se olvida en el archivo. Pero también al contrario: lo que se elimina, para que no sea recordado termina retornando. Limorti trata de archivar sus nubes junto a las distintas palabras que nombran a las nubes en las distintas lenguas del planeta. Y al modo de Magritte proclama: “Esto no son nubes”. Que nadie se confunda. Para nuestra sorpresa, el artista dibuja también aquellos nombres en lenguas extrañas, como si se tratara de un paisaje de signos. El nombre de la nube en griego, en japonés, en hebreo o en hindi, transcritos también como dibujos. Podría haber utilizado una planilla o incluso haber hecho imprimir los nombres de esas extrañas caligrafías, pero no, él prefiere dibujarlos.

Si no fuera porque su obsesión es el dibujo, podría tratarse de una nueva apuesta conceptual. Pues, al igual que Joseph Kosuth fotografiaba la silla y el concepto de la silla, en su célebre One and Three Chairs, Limorti parece querer representar una y mil nubes. La nube y el nombre de la nube: el ruso, el alemán, el japonés, el panyabí… ¡Son tantos los nombres de una misma cosa! Pero Limorti se demora en el dibujo, y como Charles Baudelaire proclama entusiasmado: ¡Amo las nubes…, las nubes que pasan… allá lejos…allá lejos…las maravillosas nubes!»

Carlos Limorti
Esto no son nubes
Librería Gil, Galería Siboney
Santander, del 12 de diciembre de 2020 al 20 de enero de 2021

Por Miguel Cereceda

Miguel Cereceda es profesor de Estética y teoría de las artes en la Universidad Autónoma de Madrid, crítico de arte y comisario independiente de exposiciones. Ha publicado El lenguaje y el deseo, El origen de la mujer sujeto y Problemas del arte contemporáne@. Su último libro, sobre teoría de la crítica, "Parcial, apasionada, política", se publicó en la editorial Árdora, en Madrid, 2020. Ha sido profesor invitado en las universidades de Potsdam (República Federal Alemana) y UDLAP (México).