El fracaso iluminado

Cecilia Vicuña
Veroír, el fracaso iluminado
Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM
Ciudad de México, del 8 de febrero al 2 de agosto de 2020

Para acceder a la exposición de Cecilia Vicuña es necesario atravesar una instalación, titulada Quipu Menstrual, compuesta de largas guedejas de lana cruda (sin cardar ni tejer), pero teñidas de rojo, de modo que el espectador se impregna necesariamente del espíritu de una instalación femenina, pero también feminista. Un quipu es una cuerda con diversos nudos, que los antiguos incas del Perú utilizaban como instrumento nemotécnico. Parece ser que era un sistema de contabilidad para el ganado, aunque algunos autores han especulado con la posibilidad de que allí se oculte también un verdadero lenguaje escrito. Sea como fuere, Cecilia Vicuña impregna sus quipus de rojo, haciendo que el espectador penetre a través de una red de compresas menstruales, para ver si así se impregna de una mirada feminista.

Cecilia Vicuña es poeta y, antes que ninguna otra cosa, se reivindica a sí misma como escritora y como poeta. Nacida en Santiago de Chile en 1948, vivió su infancia aterrorizada por los terremotos y fascinada por las playas y los paisajes andinos. Con apenas dieciocho años, empezó a desarrollar sus primeras intervenciones plástico poéticas, recogiendo basuritas en la playa. La sensación de conexión espiritual y afectiva con el universo, que entonces percibiera claramente en la playa de Con Con, al pie del Aconcagua, no ha dejado de acompañarla desde entonces. Tal vez su genio como artista haya consistido en transformar aquella primera intuición romántico poética, en una reivindicación ecológica, política y feminista.

Cecilia Vicuña fue en su juventud amiga y amante del llorado Felipe Ehrenberg, y con él aprendió algunas de sus prácticas poéticas y artísticas, y algunas de sus estrategias de combate. Las teorías de un arte precario, las prácticas de la autoedición como política de resistencia y el enfrentarse a un mundo tecnológico y altamente sofisticado con las herramientas de un arte frágil, han conformado desde entonces también su vocabulario.

Como muchos otros chilenos, también ella tuvo que salir huyendo de su país, a causa del brutal golpe de Estado del sanguinario Augusto Pinochet, y se refugió en Inglaterra, donde trabajó muy activamente en apoyo y solidaridad del arte y de la cultura chilena aplastados por la violencia asesina. En su poesía y en sus acciones sin embargo Cecilia Vicuña notó claramente, en aquellos años setenta, un cierto desprecio de su trabajo por el hecho de ser mujer y una ignorancia absoluta, incluso por parte de la izquierda más comprometida, de los problemas de la ecología. Frente a sus críticas y reivindicaciones, la respuesta de sus compañeros de combate siempre era la misma: no compañera, primero hay que hacer la revolución, y luego ya nos ocuparemos de las mujeres y de salvar al planeta.

Casada con el pintor argentino César Paternosto, al que conoció en Estados Unidos, en 1980, como muchas otras mujeres, puso su vida y su trabajo al servicio del hombre al que admiraba y amaba, al que apoyó y defendió incondicionalmente y que, sin embargo, la abandonó por una mujer más joven.  En 2004 presentó Paternosto una exposición antológica de su obra en el Museo Esteban Vicente, de Segovia. A la conservadora del museo, Inmaculada González Chao, le pidieron que se ocupara de que el artista se sintiera cómodo. Y ella dice —en una entrevista en el diario La Nación, de Buenos Aires— que se extralimitó. Desde entonces comparten un loft en Segovia.

Cecilia Vicuña desarrolló un arte frágil y precario, compuesto básicamente de palabras (Palabrarmas), de textos y de tejidos, y también de palitos, piedrecitas y cosas encontradas (Basuritas), con el que defendía a la vez una cierta resistencia ecológica y femenina, contra la brutalidad. Activa defensora de los pueblos indígenas, ha tratado de recuperar también sus bailes, sus tradiciones y sus lenguas olvidadas. Se trata de una gran artista que, hasta hace relativamente muy poco, todavía pensaba que nada de lo que ella había hecho y publicado tenía mucho valor.

Por Miguel Cereceda

Miguel Cereceda es profesor de Estética y teoría de las artes en la Universidad Autónoma de Madrid, crítico de arte y comisario independiente de exposiciones. Ha publicado El lenguaje y el deseo, El origen de la mujer sujeto y Problemas del arte contemporáne@. Su último libro, sobre teoría de la crítica, "Parcial, apasionada, política", se publicó en la editorial Árdora, en Madrid, 2020. Ha sido profesor invitado en las universidades de Potsdam (República Federal Alemana) y UDLAP (México).