Louise von Salomé era una aristócrata rusa, nacida en San Petersburgo, en 1861, hija del general del ejército imperial Gustav von Salomé. Recibió una esmerada educación literaria, pero estudió también teología y filosofía. En su casa se hablaba habitualmente alemán y francés, además del ruso. Como la vieja Eloísa de Pedro Abelardo y como la Julie de Rousseau, la joven Louise mantuvo una primera relación erótico-pedagógica con su preceptor, el predicador alemán Hendrick Gillot, veinticinco años mayor que ella, con quien leyó a Spinoza, Kant y Kierkegaard. Gillot estaba casado y tenía dos hijos, pero se enamoró profundamente de la bella adolescente, y fue el primer hombre en proponerle matrimonio. Con tan solo diecisiete años, la joven Louise no solo rechazó espantada la propuesta, sino que decidió además poner tierra de por medio. Convenció a su madre de que lo que quería era seguir estudiando, y así se trasladó con ella a Zúrich, en 1880, a estudiar filosofía, teología e historia del arte. Dos años después, se mudaron a Roma, a la casa de una admiradora de Wagner, Malwida von Meysenbug, donde conoció a un joven filósofo, juerguista y aficionado al juego, llamado Paul Rée, que inmediatamente se enamoró de ella. Rée, que había llegado a casa de Malwida, sofocado y perseguido por un camarero, que le exigía que saldara sus deudas de juego, no solo le pidió dinero a Malwida, para sacarle del apuro, sino que también invitó a la joven rusa a pasear por Roma. También él se enamoró de ella y fue el segundo hombre en pedirle matrimonio.
A pesar de que había perdido todo su dinero en el casino de Montecarlo, Paul Rée no era un vividor cualquiera. Había estudiado filosofía en Leipzig, había publicado un par de libros sobre el origen de la moral y sobre la ilusión del libre albedrío y, además, era íntimo amigo del gran filósofo Friedrich Nietzsche.
Aunque Lou se quedó deslumbrada con Paul Rée, también rechazó su propuesta de matrimonio. No sólo ella prefería una relación intelectual, más que una relación puramente física, sino que además no estaba dispuesta a entregarse, por el momento a ningún hombre. Tal vez por eso Paul Rée le habló de la joven rusa a su íntimo amigo, el filósofo Friedrich Nietzsche, sugiriéndole que tal vez él sí que podría casarse con ella. Nietzsche y Lou se conocieron nada menos que en la iglesia de San Pedro del Vaticano. Al parecer Paul Rée había decidido escribir un ensayo para demostrar la inexistencia de Dios, y pensaba que el mejor sitio para hacerlo era en el interior de un confesionario, en una de las capillas laterales de la basílica de San Pedro. Allí se citaba habitualmente con Lou, para hablar de teología, y allí decidieron quedar con Nietzsche para presentarle a la muchacha.
La llegada de Nietzsche resultó un poco embarazosa. A Lou le pareció un tipo excesivamente serio y estirado. Queriendo hacerse el interesante, la saludó diciéndole: «¿Desde qué estrella hemos caído para venir a encontrarnos aquí?» A lo que ella contestó con sorna, que, al menos ella, había venido desde Zúrich. Sin embargo, Nietzsche no le cayó del todo mal y, al parecer, también se permitió con él algunos coqueteos. El filósofo errante tenía entonces treinta y ocho años de edad. Era catedrático de filología clásica por la universidad de Basilea, en excedencia, por su delicado estado de salud, y ya entonces tenía publicados algunos libros, como El nacimiento de tragedia y Humano demasiado humano, que le habían granjeado un cierto prestigio intelectual.
Lo cierto es que Nietzsche, alentado por Paul Rée y puede que también por su amiga Malwida, fue el tercer hombre en proponerle matrimonio a la joven Salomé, y también el tercero en ser rechazado por ella. Aparte de que Louise no tenía muy buen concepto del matrimonio, no quería en modo alguno perder su independencia económica pues, si se casaba, perdería la pensión que recibía mensualmente desde Rusia. Por eso fue ella, casi con toda seguridad, la que les propuso a ambos filósofos establecer con ellos un triángulo de amor y de amistad intelectual, sin tener que casarse.
Nietzsche le había pedido a su amigo Rée que informase a la joven rusa de sus intenciones y de sus deseos. Y, al parecer, en el camino de vuelta hacia Suiza, tuvieron la ocasión de dar un largo paseo romántico, junto al lago de Orta, en la capilla del Sacro Monte, paseo que Nietzsche consideraba como “el sueño más hermoso de su vida”. Aunque Lou, un año antes de su muerte, en 1936, ya no recordaba si en aquel paseo romántico por el Sacro Monte de Orta se habían besado o no. Sea como fuere, aquello parece que le hizo concebir a Nietzsche muchas esperanzas. Así que, al llegar a Lucerna se decidió a hacer firme su proposición matrimonial.
Nietzsche citó a la bellísima rusa junto al monumento al León moribundo de Lucerna. El monumento es una obra de Thorvaldsen, hecha en memoria de los guardias suizos ejecutados durante la Revolución francesa. Se encuentra junto a un estanque y tal vez Nietzsche pensó que era un lugar idílico para pedirle matrimonio. Pero lo cierto es que en esta ocasión fue rechazado sin contemplaciones, de modo que el león de Lucerna pareció convertirse en el símbolo de los destinos amorosos que le esperaban a Nietzsche. Un león herido, con una espada clavada en el costado, gimiendo de dolor.
Lou von Salomé no solamente era una mujer muy guapa. Era inteligente y culta, muy leída y muy viajada, y era además de muy buena familia. Sencillamente la mujer con la que cualquiera querría casarse. Todo un partido, la verdad. Y, sin embargo, su rechazo hacia el filósofo no fue una absoluta negativa. Por el contrario, le volvió a insistir en que sin duda lo mejor para ellos era formar un triángulo filosófico-amoroso, junto con Paul Rée, sin compromisos matrimoniales de por medio.
Fue el propio Nietzsche el que entonces, para sellar aquella triple alianza, se dirigió a un estudio fotográfico de Lucerna y encargó que les prepararan esa celebérrima foto en que los dos filósofos aparecen tirando de un carrito, y en el que la joven Salomé empuña el látigo.