Como blogger de viajes sé que es ahora, durante el verano, cuando las entradas que has ido escribiendo durante todo el año en el blog reciben una afluencia enorme de visitas. Como blogger de viajes que está activa y presente en las redes sociales, también sé que es ahora que nos acercamos a las últimas semanas del parón estival, cuando aquellos que forman parte del conjunto de las diversas redes comienzan a publicar las mejores imágenes de sus andanzas veraniegas. Y es por tanto ahora cuando, de vez en cuando, me encuentro con ejemplos de volunturismo. Son tanto de aquellos que piden dinero para financiarse el proyecto, como de los que ya se marcharon y ahora vuelven, creyendo que les ha cambiado la vida o peor, que han cambiado la vida de aquellas caritas desdentadas que aparecen en sus fotos de pintorescos y encantadores barrios de chabolas. El verano es la mejor época para turismo… y también para el volunturismo.
¿Qué es el volunturismo?
Las agencias de volunturismo nos explican que se trata de una forma alternativa de viajar, en la que se combina el viaje con el voluntariado. Lo que no se explica tan claramente es que el volunturista, generalmente alguien bastante joven deseoso de “ver el mundo y de ayudar”, paga una pasta para pasar un par de semana en un poblado de África, Asia o similar, ayudando a comunidades desfavorecidas. Tampoco se explica que el único beneficiado real es la agencia que se lleva una comisión por poner en contacto a estos jóvenes -cuya imaginación les hace verse como una mezcla alucinada y surrealista de Indiana Jones y el Buen Samaritano-, con comunidades a las que no sólo se las ha acostumbrado depender de la ayuda “de fuera”, sino que en muchos casos son explotadas y utilizadas como bienes de consumo.
El volunturismo es algo muy conocido y practicado por estudiantes universitarios de países como Canadá, Estados Unidos o Alemania, y recientemente ha comenzado a colarse en los ambientes universitarios españoles. Dada la escasa trayectoria que esta modalidad ha recorrido en nuestro país, aún no parecen oírse las voces en contra y los planteamientos éticos (que no digo que no haya, seguramente los habrá) que sí comienzan a aparecer en otros países en los que esta práctica es más habitual.
Hace algún tiempo leí un artículo “#InstagrammingAfrica: The Narcisism of Global Voluntourism”, escrito por una estudiante de Medicina Narrativa que había participado en varias campañas de volunturismo. Por encontrar su reflexión muy interesante y acertada, lo compartí en mis redes sociales. Inmediatamente, muchos de mis antiguos alumnos empezaron a agradecer y a compartir este artículo, pues daba voz a las preocupaciones y consideraciones que se habían estado planteando sobre este tema.
Por ello, a continuación incluyo la traducción del artículo, publicado originalmente en el sitio web Sociological Images.
*****
Traducción:
[#InstagrammingAfrica: El Narcisismo del Volunturismo Global.
Un artículo en The Onion se burla del volunturismo, bromeando sobre lo que una visita de seis días a un pueblo rural africano puede “cambiar completamente el perfil de Facebook de una mujer”. El artículo cita a «Angela Fisher, de 22 años de edad» que dice:
No creo que mi foto de perfil vuelva a ser igual, no después de la experiencia de tomar esas fotos increíbles con mis brazos alrededor de los hombros los pequeños niños africanos.
Y continúa diciendo que Fisher “ha animando a cada uno de sus amigos a visitar África, con la promesa de que sus fotos de perfil en Facebook también cambiarían».
Yo fui una vez Angela Fisher. Pero ya no.
He participado no en una, sino en tres campañas internacionales de salud, a cada cual más decepcionante; visitas a corto plazo de países en desarrollo centradas en hacer llegar asistencia médica a poblaciones con problemas.
Estos viajes -críticamente denominados volunturismo- son un negocio en auge, a pesar de que hacen muy poca publicidad y cobran a la gente miles de dólares por participar.
¿Cómo hacen para atraer a tantos voluntarios?
La fotografía tiene gran parte de la respuesta. Las organizaciones de Volunturismo no tienen que anunciarse, porque pueden beneficiarse del crowdsourcing (distribución por medio de una colaboración abierta). Fotografiarse -en particular el hábito de tomar y publicar imágenes de uno mismo con niños locales- es un componente central de la experiencia volunturista. Hashtags como #InstagrammingAfrica son populares con los estudiantes en las brigadas internacionales de asistencia médica, como también lo son #medicalbrigades, #globalhealth, y por supuesto el #takemeback hashtag nostálgico-de-los-días-buenos-.
Fueron las fotografías publicadas por otros estudiantes las que me inspiraron para ir a mi primera misión médica en el extranjero. Cuando los compañeros publicaban sus experiencias vestidos con el pijama médico junto a niños adorables de países en desarrollo, yo creía que me estaba perdiendo una experiencia fundamental. Tomé más de 200 fotos en mi primera misión internacional de voluntariado. Copié aquellas que había visto en Facebook e incluso creé oportunidades de fotos con premeditación para conseguir la imagen «perfecta» que recibiera el mayor número de me-gustas.
Con el tiempo, me sentí cada vez más incómoda con la ética de esas fotografías, y finalmente dejé mi cámara en casa. Ahora, como iniciada, reconozco tres tipos muy comunes de fotografías que el volunturista comparte a través de las redes sociales: El Sufrimiento del Otro, El Samaritano Auto-dirigido, y El Selfie en el Extranjero.
EL SUFRIMIENTO DEL OTRO
En una fotografía tomada por un compañero volunturista en Ghana, una niña está de pie sola y cavando con sus pies descalzos en la tierra. Sus manos levantan su camisa para exponer una hernia umbilical, un abdomen distendido, y una ropa interior demasiado grande para ella. Su rostro es incierto y su cuero cabelludo muestra evidencias de una patología dermatológica o una deficiencia nutricional – quizás ambas. Tas ella, sólo crecen malas hierbas.
Los antropólogos Arthur y Joan Kleinman explican que las imágenes distantes de mujeres y niños sufrientes sugieren que hay comunidades incapaces o desinteresadas por el cuidado de su propio pueblo. Estas fotografías justifican actitudes colonialistas y políticas paternalistas, sugiriendo que el individuo en la fotografía …
… Ha de ser protegido, y representado, por otros. La imagen del subalterno evoca una ideología casi neocolonial del fracaso, de insuficiencia, pasividad, fatalismo, y de inevitabilidad. Hay que hacer algo, y hay que hacerlo pronto, pero desde fuera del entorno local. La autorización de la acción a través de un recurso de ayuda externa, incluso de la intervención extranjera, comienza con una evocación de la ausencia indígena, borrando las voces y los actos locales.
EL SAMARITANO AUTO-DIRIGIDO
Aquí tenemos a una bienintencionada chica blanca joven, sonriente, peinada con una trenza y con uniforme médico. Esta joven es el elemento central de la foto; ella es su protagonista. Su uniforme sugiere que ella está haciendo un trabajo importante entre aquellos que son tan pobres, tan vulnerables, y tan Otros.
La chica soy yo. Y la fotografía fue tomada en mi primer viaje a Ghana durante una campaña médica de 10 días. Estoy radiante, como algo que al mismo tiempo se impone y se cierne sobre esos niños. No sé sus nombres, ellos no saben el mío, pero insté a un amigo para que capturase este momento con mi cámara. ¿Por qué?
Esta fotografía no trata tanto sobre el trabajo real como sobre mostrar de forma retrospectiva el impacto positivo que se haya causado en el extranjero. Imágenes como éstas presentan la experiencia en el extranjero de acuerdo con lo que el escritor Teju Cole denomina el «Complejo del Salvador Industrial Blanco.»
Es más, cuando el volunturista dirige, captura y actúa en imágenes de este tipo, se impide a sí mismo la participación y la conexión con el resto de personas de la foto. En Sobre la fotografía, Susan Sontag nos recuerda:
La fotografía se ha convertido en un entretenimiento casi tan ampliamente practicado como el sexo y el baile – lo que significa que … es sobre todo un rito social, una defensa contra la ansiedad, y una herramienta de poder.
En estos viajes, nos escondemos tras la lente y consumimos el mundo que nos rodea con nuestras poderosas miradas y el chasquido del obturador de nuestra cámara. Cuando mandé hacer esta foto y la protagonicé, utilicé mi privilegio para capturar una imagen que me hiciera sentir que era parte de esa comunidad. Sólo ahora me doy cuenta de que lo que estaba haciendo en realidad era mostrarme a mí misma como la heroína/estrella de una historia sobre «el sufrimiento de África.»
EL SELFIE EN EL EXTRANJERO
En el New York Times, el campeón del selfie contemporáneo James Franco escribió:
Los Selfies son avatares: Mini-yos que enviamos a los demás para mostrarles lo que somos …. En esta era de las redes sociales, el selfie es la nueva forma de mirar a alguien a los ojos y decirle: «Hola, soy yo.«
Aunque se relaciona con la captura fotográfica auto-dirigida del Samaritano, hay algo más insidioso en este tipo de imagen de primerísimo plano. «Hola, este soy yo» toma un nuevo significado – sólo hay un tema en esta foto, el sujeto blanco. Capturar esta imagen y publicarla en Internet es entender al Otro no como una persona independiente que existe en el contexto de su propia familia o comunidad, sino más bien como un apoyo, un extra, alguien sólo entendible en relación con el voluntario occidental.
El volunturismo trata finalmente sobre la satisfacción de los propios voluntarios, y no necesariamente sobre lo que aportan a las comunidades que visitan. De hecho, el voluntariado médico a menudo rompe los sistemas de salud existentes a nivel local. En Ghana, me di cuenta de que la población local no contrataba un seguro de salud porque sabían que habría atención médica extranjera gratuita y medicamentos disponibles cada pocos meses. Esto les dejaba en una situación vulnerable entre campaña y campaña, y especialmente cuando la organización decidía abandonar la comunidad.
Finalmente, el África que fotografían los volunturistas no es un lugar real en absoluto. Se trata de una geografía imaginaria cuyos paisajes están forjados por el colonialismo, y por una buena dosis de narcisismo. Espero que mis compañeros piensen de manera crítica sobre lo que hacen y por qué lo hacen antes de alistarse en una actividad de voluntariado global de corta duración. Y si deciden ir, desearía que pensaran con un cierto grado de humildad en cómo descentrarse a sí mismos de la narrativa del Salvador occidental. Pero lo más importante es, que espero que decidan dejar sus iPhones en casa.]
*****
Sé que este artículo ya es bastante largo, pero si habéis llegado hasta este punto, sólo quisiera añadir para terminar un enlace a una campaña, organizada por www.thinkchildfsafe.org y respaldada por UNICEF, en contra del volunturismo en orfanatos de Camboya (pincha en la imagen). El caso de Camboya no constituye un caso aislado, ya que los datos de UNICEF estiman que el número de huérfanos se ha duplicado en los últimos 5 años, y se han denunciado abusos similares en países como Ghana o Nepal.
Así que, si estás leyendo esto y considerando participar en una campaña como voluntario en el extranjero, piensa primero, analiza las causas que te llevan a ello. Evidentemente el voluntariado es una de las grandes riquezas humanas, y puede aportar una gran beneficio a quien lo recibe, pero las buenas intenciones no suelen ser razón suficiente. Hay muchas formas de hacer voluntariado y puede que el volunturismo no sea la más acertada.
Si aún así decides hacerlo, recuerda siempre cuando tomes una fotografía que todos esos niños (y no tan niños) tienen derecho a que se respete su privacidad, y que no forman parte de la decoración de tu “muro”.