Hablamos de tertulias con Justo Sotelo | Revista Artes y Cosas

«La primera noche que entré en el Café Gijón puede que fuese una noche de sábado. Había humo, tertulias, un nudo de gente en pie, entre la barra y las mesas, que no podía moverse en ninguna dirección, y algunas caras vagamente conocidas, famosas, populares, a las que en aquel momento no supe poner nombre. Podían ser viejas actrices, podían ser prestigiosos homosexuales, podían ser cualquier cosa. Yo había llegado a Madrid para dar una lectura de cuentos en el aula pequeña del Ateneo, traído por José Hierro, y encontré, no sé cómo, un hueco en uno de los sofás del café.»

(La noche que llegué al Café Gijón- Francisco Umbral)


«Un día en el café Gijón sorprendí a un poeta maldito, absorto en sus pensamientos. Le pregunté si la gravedad de su rostro obedecía a que estaba elaborando algún verso insigne. “Así es”, me contestó. “En este momento me debato en la duda de pegarme un tiro en la boca o tomarme un helado de fresa”»

(Manuel Vicent – El País)

 

Las tertulias de pintores, poetas, escritores y diferentes protagonistas del mundo del arte tienen una antigua tradición en nuestro país. Dicen que nacieron en el siglo de oro y han seguido activas hasta nuestros días. Si bien es cierto que han tenido épocas oscuras, otras han sido gloriosas, sobre todo a finales del XIX y hasta bien entrada la mitad del siglo XX, que quedan en la memoria de todos con ese halo romántico de la bohemia. El Café Novelty en Salamanca fue el punto de encuentro cultural de la ciudad y por él han pasado personajes de la talla de Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset, Carmen Martín Gaite, Juan Benet,Torrente Ballester, Francisco Umbral o Víctor García de la Concha. También Sevilla, Granada y otras ciudades tuvieron sus círculos tertulianos y, sobre todo, Madrid, con numerosas tertulias en cafés como el Levante, Colonial, Gato Negro, Pombo y el que quizás sentimos como más cercano en el tiempo: el Café Gijón.

Puede que sea el ritmo de vida actual o que las nuevas tecnologías hayan relegado hasta casi el olvido estas actividades. Sin embargo, aún queda algún soñador que se niega a perder esas buenas costumbres. Este es el caso de Justo Sotelo -profesor, columnista, escritor de novelas y ensayos- que, no conforme con todo ello, ha conseguido mantener viva una tertulia durante más de veinte años.

Sobradamente conocido en los círculos literarios, el autor de Las mentiras inexactasLos mundos de Murakami, entre otros títulos, hoy nos habla sobre su faceta como director y organizador de una de las tertulias más veteranas que existen actualmente.

 

Tertulianos de Este Oeste presididos por Justo Sotelo

Tertulianos de Este Oeste presididos por Justo Sotelo

 

¿Cuándo empezaste?

Desde hace más de veinte años mantengo viva una tertulia literaria que ha recorrido los sitios más variopintos, empezando por algunas universidades públicas y privadas donde he trabajado, hasta las Cuevas de Sésamo, el café Ruiz o el café Este Oeste (que es donde se celebra actualmente, en la calle Manuela Malasaña, 9, de Madrid, todos los martes a las 19 h.) En realidad, empecé a hacer tertulias muy joven con amigos, casi sin darme cuenta, en cualquier parte. Allí había gente de todas las edades, la mayoría escribía, aunque también contábamos con músicos, pintores, fotógrafos y actores.

 

¿Cómo se organiza una tertulia literaria?

Esta tertulia no tiene nada que ver con un taller literario, así que se eligen libros para leer (con cierta periodicidad), se invita a escritores para que nos hablen de sus obras, comentamos artículos de prensa sobre literatura, cine, conciertos, exposiciones… En fin, todo lo relacionado con la cultura. Virtualmente nos comunicamos por correo electrónico para anunciar el contenido de las próximas tertulias, y últimamente también a través de las redes sociales, como Facebook.

 

¿Para qué sirve?

Para hablar, las tertulias sirven básicamente para hablar, y no es un eufemismo. Al hablar se eliminan las diferencias de edad, de sexo, incluso cualquier otro tipo de barrera que pueda existir a priori. Y, claro, hablamos sobre todo de nuestro amor por la literatura, lo que nos permite sentirnos rodeados de personas que sienten lo mismo que nosotros. No es necesario que escriban, pero sí que lean, que amen el libro, las historias escritas y orales, que desde pequeños hayan sentido la necesidad de que les contaran cuentos. Como siempre digo, la literatura nunca morirá mientras existan niños que deseen que alguien les lea un cuento. Para eso sirven las tertulias, para mantener viva la literatura.

 

¿Qué te impulsó a crear una tertulia?

La tertulia más o menos oficial proviene de las Cuevas de Sésamo, donde nos reuníamos los lunes y miércoles un grupo de amigos, junto al piano de Manolo. Ahí está el germen. Después, al enterarse de que era escritor, me pidieron que organizara algo así en una universidad, y desde entonces no he parado. Es posible que el escritor tenga una forma concreta de mirar y ver la vida, aunque también necesita lectores que “sientan” su obra (muchos o pocos, eso es lo de menos), en la línea de lo que Umberto Eco denomina “lector implícito”.

 

¿Qué escritores han pasado por tu grupo que luego hayan triunfado?

Son tantos que no quiero dejarme ninguno. Sin embargo, mencionaré al gran José Luis Sampedro, un tipo inteligente, humano, simpático, preocupado por el mundo, por la pobreza y las injusticias económicas, y que además escribía muy bien. Digamos que invito a la tertulia a los escritores que conozco, bien físicamente y por amistad, o incluso últimamente a través de las redes sociales, que son un buen instrumento para conocer a gente que te puede enseñar cosas. Luego hay que dar el paso siguiente, que es convertir la amistad virtual en real.

 

¿Cuántas personas os reunís? ¿Siempre sois los mismos?

Solemos ser unos diez, pero no siempre los mismos. El grupo puede alcanzar las veinte personas, pero, como cada cual tiene sus obligaciones cotidianas, a veces faltan algunas personas en días determinados. Además, cada año se renueva la asistencia a la tertulia. No obstante, tres o cuatro personas somos las mismas desde hace varios años, como Santiago Martínez (un arquitecto y pintor que codirige la tertulia conmigo) y Eduardo Larrocha, que es periodista.

 

¿Tocas todos los géneros?

Ya comenté más arriba que hablamos de muchas cosas. Por mi vocación como novelista, bastantes de los libros que recomiendo para leer son novelas, pero podemos hablar de otros géneros. Por la tertulia han pasado poetas, profesores, ensayistas, fotógrafos, músicos, etc., tanto como invitados, como formando parte de los llamados tertulianos.

 

Eres profesor, escribes, organizas tertulias, ¿de dónde sacas el tiempo?

Es una bonita pregunta que me han hecho muchas veces, y a la que siempre respondo lo mismo. Soy algo así como el doctor Marañón, del que decían que era un “trapero” del tiempo. Eso es lo que me ocurre a mí. Hago muchas cosas a lo largo del día, gracias a un sexto sentido que me ayuda a organizarme casi sin darme cuenta. Y también creo que tengo una cualidad (seguramente la única) que me ayuda en ese sentido, la curiosidad. Me gustaría saber y conocer tantas cosas que tengo que sacar tiempo para ello; en caso contrario esta vida sería muy aburrida.

 

Cuadro de portada: Café Gijón de Josep Costa Vila

 

Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, en Teoría de la literatura y literatura comparada por la Universidad Complutense de Madrid, profesora de Español como Lengua Extranjera y actual opositora. Amante de la poesía, el norte, la buena gastronomía y los ratos libres.