Sobre Klara y el sol, de Kazuo Ishiguro

Kazuo Ishiguro, Klara y el sol, Anagrama, Panorama de narrativas, 2021

Aunque Klara y el Sol es una novela de ciencia ficción y va de robots, no se trata de la típica historia al estilo Asimov. Ishiguro no pretende hacer divulgación científica y aunque el género ciencia ficción le interese (es su segunda novela de este género), sus robots no son beligerantes, ni están a punto de saltarse las tres leyes de la robótica, ni tienden a un complejo de Frankenstein

La protagonista, Klara, es un robot. Klara no toma grandes y trascendentales decisiones, no hackea cuentas, ni odia a los humanos. Podría decirse que ni siquiera es especialmente lista. Klara es intuitiva, si esto puede atribuírsele a una máquina. Tiene la capacidad de “creer”, de hacer rituales, de preocuparse y en eso consiste su tremenda humanidad. Recuerda, se regodea en su memoria, puede que incluso la distorsione.

En un universo donde los preadolescentes de cierta clase social tienen un cuidador-amigo robótico, un AA, o un B2 algo más sofisticado, que les acompaña en su vida cotidiana y les vigila de algún modo, Klara es una robot que observa desde su escaparate de la tienda de amigos artificiales. Sus observaciones le llevan a hacer suposiciones con mayor o menor acierto, inferencias aparentemente empíricas, pero no del todo racionales. Los robots se alimentan de cierta cantidad de luz solar, Klara le atribuye a ese Sol poderes sanadores: el Sol lo puede todo. Es un sol maternal, amable y compasivo, una Amaterasu, diosa de la Luz del sintoísmo. El Sol de Klara conseguirá ayudar a Josie, la niña a la que acompaña Klara.

Para Ishiguro, cada novela es un nuevo universo. Sin embargo hay en su trabajo unas constantes siempre recurrentes: la memoria, el recuerdo, el mirar atrás y, lo más curioso, la distorsión de esa memoria.

Cuando se lee ciencia ficción uno espera encontrar los temas de siempre: la libertad, la rebelión de las máquinas, lo malísimos que pueden llegar a ser los robots una vez mosqueados con los humanos o, por ejemplo, el de la inversión de roles de esclavo a jefe. 

Nuestra Klara, es meramente observadora. No tiene fuerzas sobrehumanas. Es “buena”, quiere ayudar y, al contemplar ciertas azarosas coincidencias, infiere algunas relaciones causales. Todo esto es absolutamente humano. Tal vez no tiene superpoderes, pero sí que tiene una sensibilidad especial.

Kazuo Ishiguro ya había escrito otra novela de ciencia ficción, durísima, terrible por lo verosímil, Never let me go  (2005), llevada al cine por Mark Romanek, con el título Nunca me abandones. Klara y el Sol no tiene demasiado en común con aquella, solo ese regusto del sufrimiento, de tristeza y de memoria.

Ishiguro es un mago de los matices sin floritura. Emplea prosa sencilla, ligera. Con apariencia de naturalidad, consigue algo que parece fácil, pero no debe serlo: sumergirnos en un universo robótico delicado, cuya humanidad tal vez consista en dar cuidados, restablecer y recordar. 

Klara además posee esa esencia femenina, ajena al fanfarroneo de los terminators mamporreros y belicosos.

Cuando acabas de leer esta novela, como todas las demás del autor, una tiene la sensación de no saber muy bien dónde está, ni qué ha sucedido del todo en la narración.Tan solo te das cuenta de que te ha descolocado.

KAZUO ISHIGURO, NAGASAKI 1954.
Ishiguro ha publicado:
Pálida luz de las colinas, 1982
El artista del mundo flotante, 1986
Lo que queda del día, 1989
Los inconsolables, 1995
Cuando fuimos huérfanos, 2000
Nunca me abandones, 2005
El gigante enterrado, 2015
Klara y el Sol, 2021

Además ha publicado varios cuentos y guiones cinematográficos, entre los que cabe destacar La condesa rusa, de James Ivory.
Ishiguro ha obtenido diversos premios literarios entre los cuales se halla el Nobel de Literatura de 2017.

Por Rosa Criado Talavera

Rosa María Criado Talavera es licenciada en Filosofía por la Universidad de Salamanca, especializada en Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha realizado estudios en el Istituto Lorenzo de' Medici en Florencia, en la Evans School de Los Ángeles, CA. y en los Goethe Institut de Madrid y Berlín. Ha trabajado como responsable de Sensibilización de la ONG, Acsur- Las Segovias, y realizado multiples exposiciones como comisaria en Casa de América, sobre los crímenes de los paramilitares en El Salvador, o en El Círculo de Bellas Artes sobre Haití, en programas de concienciación social. Ha trabajado como responsable de Desarrollo en la Sección Nacional de Amnistía Internacional. Ha dirigido la Fundación para la Investigación de las Cooperativas de Trabajo Asociado. Ha coordinado exposiciones de Arte como Suite Venezia De Vicente Peris en Valencia y el Círculo de Bellas Artes en Madrid. Ha traducido algunos textos del inglés, como El análisis de la Belleza de W. Hogarth, Visor.