Azarqueologías y otras sustracciones. “Ruinas circulares” de Blanca Velasco en Pradiauto.
La artista Blanca Velasco (Zaragoza, 1988) comenzó su formación acercándose a las Bellas Artes a través del dibujo, aunque pronto se interesó por el cine y lo audiovisual. Así, cursó el Grado en Comunicación Audiovisual en la Universidad Europea y se continuó formando con un máster en la Universidad de Alcalá y otro en la Elías Querejeta Zine Eskola relacionados con la comunicación cultural y el comisariado cinematográfico. Más allá de ello, la artista ha trabajado en proyectos editoriales, fotográficos y actualmente se desempeña también como diseñadora gráfica. De entre la fusión de diferentes lenguajes y medios, y al abrigo del proyecto C-Factoría, Blanca Velasco ha desarrollado un interesante trabajo pictórico en que se investigan los procesos transformadores de la materia y su potencial narrativo. La exposición “Ruinas circulares” pudo visitarse del 4 de septiembre al 15 de noviembre de 2025 en Pradiauto, un prometedor espacio que busca dar cabida al arte joven y actual en la ciudad de Madrid.

Los espectros del pasado.
A menudo los sueños someten al soñador a una desubicada instancia en que se entremezclan indistintamente nostalgia y esperanza, extrañeza y familiaridad. Los fracasos del durmiente son por este revisados una y otra vez en busca de desenlaces otros, de alternativas, de finales heroicos y de una tranquilidad con la que poder yacer en silente ensoñación. Las particularidades de este anhelo se vuelven maravillas para el despierto, que ve de nuevo sometida su mediocre existencia a la monotonía de una temporalidad corrompida y forzada a una reducida superficialidad. Admitida esta condición, quien una vez ha soñado no puede más que esperar volver a hacerlo, aunque sea solo para intentar –una vez más– desvelarse, purificarse pedazo a pedazo, buscando conformar un nuevo yo al que dar vida; una vida que, aunque ficticia proyección, nos proteja de la espeluznante verdad de nuestra propia ilusión, de nuestra propia ruina.
El relato de Borges “Las ruinas circulares” nos plantea una tesitura similar, en la que la relación entre creación, realidad e ilusión parece dispersa, mitigada frente a la posibilidad del desencuentro con uno mismo. La naturaleza de la identidad, de la existencia misma, parece truncarse objeto de una fuerza superior e irrefrenable: la viciosa circularidad del tiempo y su obstinación continua por la des-hechura, la destrucción y la descomposición como principio activo del todo. Fabuloso es entonces el hallazgo de un ápice de humanidad, de algo que trae a la presencia el pasado como base fundamental para nuestro caminar futuro entre las arenas del tiempo, que todo lo cubren.
Quizás ideas parecidas rondaron los pensamientos de Blanca Velasco al fijarse en este relato como punto de partida desde el que comenzar a entretejer narrativamente su exposición cuasi-homónima en Pradiauto. Su muestra, un conjunto de obras recientes realizadas con raspados de óleo sobre papel, cartón y lienzo, nos presenta un conjunto de apariencia orgánica cercano al resultado de procedimientos arqueológicos de desenterramiento. A través de sus piezas, eminentemente pictóricas, que combinan la acumulación de capas y veladuras con procesos de sustracción superficial, sus diferentes superficies parecen presentarse como restos encontrados tras una progresiva descomposición fruto de las desavenencias del tiempo y el clima. La búsqueda es aquí ya no vista únicamente como proceso de acción y trabajo, sino como fin en sí mismo subyacente en cada una de las obras. La acompasada serenidad de sus pinturas permiten al espectador experimentar esa tan peculiar y universal sensación de «paz tras la tormenta» que, aunque bien hace normalmente en avanzar y avecinar tiempos mejores, no deja de señalar el potencial destructivo también latente en cada proceso de creación.
Los diferentes trabajos de Velasco parecen presentar siempre la impresión de un lugar desplazado, ausentado de su original situación, pero no por ello desprovisto de esa cualidad esencial que todo lugar abandonado irradia espectralmente. La particular recuperación que lleva a cabo la artista de los espacios proyectados por Piero della Francesca y sus rastros cromáticos nos llevan aquí a una experiencia de la magnitud del tiempo característicamente desplazada y suspendida, llegando a percibirse como eco de un vacío azaroso e inusitado, como retazo de un mapa descompuesto. Junto a ello, las fantasmagorías, las alucinaciones y las ruinas arquitectónicas que parecen atisbarse por sobre los abismáticos fondos de lienzo de Velasco conforman un vasto páramo para la desorientada búsqueda de sentido alguno.

Roturas, oquedades y espejismos detonantes.
Lo que queda cubierto no desaparece (2025), título de una de las series expuestas en la muestra, indica una de las más interesantes –y acertadas– ideas que conforman el trabajo de Velasco. Allí donde lo visible y lo oculto encuentran un espacio coincidente se produce muy comúnmente una suerte de extrañamiento fruto de la indefinición. Lo que no termina de desaparecer, de borrarse aún, se cierne en disputa por los espacios de realidad que pretende ocupar lo nuevo. Ese espacio intermedio se llena, pues, de un extraño humo(r) acumulado por sobre el misterioso juego de posibilidades y potencialidades efectivas. La huella permanece entonces como un rastro, una cicatriz producto de esa disputa transitoria, que articula cada gesto sucesivo en un conjunto de maniobras registradas entre las tensiones de la superficie pictórica. Así, el azar y la siempre desairada decisión dan paso a una fuerza mayor, una manifestación o revelación que, solo en limitadas ocasiones, capta profundamente la atención de la desatenta mirada y conmueve.

Muchas de las obras de Velasco no solo captan los lejanos reflejos del pasado, sino que nos acercan la iluminada visión de las ruinas por venir, como bien hiciera Turner con sus cuadros maravillados por la velocidad del cambio en una era aún por sufrir los estragos de la rápida y violenta industrialización. Ahora, en un mundo ya completamente atravesado por la novedad y cuya característica emanación de humo imposibilita la nitidez de la visión presente, Velasco nos ofrece no ya un retorno a la contemplación del pasado, sino su incorporación al presente a través de ligeros procesos de destilación y erosión. Su cuadro, Antes del tiempo de la lluvia (2025), bien parece servir a este propósito.

Varias obras de Velasco traen, así –guardando las distancias–, otros trabajos a la memoria. Como hicieran los bucólicos góticos, se trata de integrar la lógica memorística funeraria como medio para contener los procesos de desintegración contemporáneos. La exposición no presenta únicamente un conjunto de obras a modo de muestrario, sino que se acompaña de elementos que abren una ventana al propio proceso creativo de la artista. Dibujos, textos y objetos nos ayudan a comprender en mayor cercanía la fundación plástica y práctica del trabajo de Velasco, así como sus referencias y materiales de uso. Y es que, la cuestión matérica es aquí fundamental. La decapación con que Velasco opera sobre sus lienzos se combina con otros elementos que activan el fondo de las piezas. Así, como ya hicieran Richter o Kiefer con sus «raspados», estos delicados desdibujados y manchas de color de Blanca Velasco van permitiendo progresivamente hallar y reflotar elementos vagamente avistados, pistas internas de un proceso de trabajo elegantemente intuitivo y azaroso.
La muestra de Blanca Velasco, de montaje variado y en general bien provisto –aunque presenta algunos detalles un tanto fuera de lo común– nos propone un retorno de la mirada hacia un punto inicial en que las potencias vitales –tanto de objetos como de sujetos– aún no han terminado de actualizarse; se trata de la reconsideración y el sopesamiento de lo dejado atrás como una otra vía de acceso a la expresión. Resulta, en definitiva, el producto de un proceso de trabajo acumulativo en torno a la operación en la oquedad, en lo vaciado. Las instancias que se nos presentan parecen darse en un lugar al margen, donde la envoltura de fascinación por lo maquínico y acelerado de los tiempos actuales no termina de permear e introducirse. Sean así estas ruinas paraísos para la mirada melancólica y pequeños cobijos en busca de una mirada huésped que se pierda en la aparente tranquilidad de sus parajes. Si uno observa con atención, parece cruzar por los oídos un murmullo apagado, como un eco que no cesa de recordarnos el visionado de estas piezas: «vendrán tiempos mejores… o tal vez peores».

“Ruinas circulares”, exposición individual de Blanca Velasco.
Galería Pradiauto. Calle Pradillo 11. Madrid.
Del 4 de septiembre al 15 de noviembre de 2025.
Darío Hernández Guerra.
En Madrid, a 16 de noviembre de 2025.