Cuando lo pequeño cobra fuerza. Liliana Porter en Espacio Mínimo

Introducción.

La artista Liliana Porter (Buenos Aires, 1941) se formó en diversas instituciones en Argentina y México, donde pudo conocer a otros artistas como Mathias Goeritz. Desde 1964 reside en Nueva York, donde co-fundó el taller de grabado New York Graphic Workshop. Su obra, influenciada por la literatura, el teatro, el pop art y el arte povera, forma parte de colecciones como las del Museum of Modern Art, el Whitney Museum o la Tate Modern. Ahora, galardonada con el XXX Premio Tomás Prieto de medallística en 2023, esta artista expone su proyecto “Otros cuentos inconclusos” en la galería Espacio Mínimo (Madrid). La muestra, nombrada a propósito de una de las piezas presentes en la exposición (el vídeo Cuentos inconclusos; elaborado en conjunto con Ana Tiscornia, Sylvia Meyer y Federico Lo Bianco), se inauguró el 12 de septiembre de 2024 y fue clausurada el 8 de noviembre de 2024.

Una Babel distinta.

El mito de la Torre de Babel, más allá del simbolismo religioso que le es inherente, nos advierte de lo riesgosa que es la ambición cuando esta se torna en soberbia y ansiosa búsqueda de grandeza. Dice el viejo refrán: «cuanto más alta la subida, más grande la caída». Y es que los hombres y mujeres de aquella Babel, en su saberse pequeños respecto a ese dios que los observaba desde arriba, se decidieron a tomar los cielos por asalto. Pero fracasaron enormemente en su intento.

En la exposición de Liliana Porter parece plantearse una situación semejante, pero el desenlace es bien distinto. Encontramos en ella una minuciosa selección de trabajos que, a través de un limpio y mimado montaje, nos demuestra que ser pequeño no es lo mismo que ser insignificante. Por ello, los diferentes personajes que aparecen en sus piezas no necesitan “asaltar” los espacios ni conquistarlos con violencia, sino que parecen tomarlos con suavidad en primera instancia –aunque ello pueda luego desatar tormentas y desórdenes tanto metafóricos como materiales– para posteriormente desarrollar sus potencialidades de manera natural.

Porter nos enseña que, cuando lo pequeño cobra fuerza, se dispara una nueva y múltiple realidad. Pero esta fuerza no tiene que ver tanto con lo material o los objetos –de los que, sin duda, están repletas y cargadas sus obras–, sino con la importancia y potencia de lo simbólico en su planteamiento. El dominio del monocromo blanco en los fondos de sus piezas refuerza precisamente esta idea. Las micro-situaciones que se nos presentan no admiten confusión; quedan aisladas en una claridad que, más allá de remitirnos a localizaciones exactas de las escenas que abundan en su obra, nos arrastran hacia la extrañeza y singularidad del “no lugar” planteado por el antropólogo francés Marc Augé (1935-2023). Cuando en La barrendera (instalación principal y de grandes dimensiones de la exposición) observamos atentamente el gradual juego de escalas entre los objetos que se van sucediendo desde la pequeña figura protagonista de la trama hasta los grandes violines e instrumentos de cuerda del otro extremo, los múltiples diálogos y subtramas de la pieza se van incorporando a una suerte de fondo común que reescribe la impresión inicial generada por el conjunto de la instalación. De esta manera, con cada nueva observación, las diferentes piezas de la exposición –todas de manera similar– parecen reconstruirse y dar lugar a renovadas y originales interpretaciones, aunque estas siempre estén relacionadas con metáforas en torno al tiempo, el espacio, la realidad y la memoria. Sin duda, esta uniformidad del lenguaje bien habría hecho falta a los ciudadanos de Babel.

Detalle de La barrendera, pieza principal de la exposición en la Galería Espacio Mínimo.

El teatro de lo real.

No resulta demasiado sorpresivo que Liliana Porter se haya estado últimamente involucrando en proyectos más relacionados con el teatro. Su obra –y es buen ejemplo de ello esta exposición– es muy teatral y está cargada además de un gran poder narrativo. Esto, en muchas ocasiones, facilita el establecimiento de líneas argumentales comunes entre sus diferentes piezas. Entre La anarquista (llamativa por su uso de un largo hilo rojo entrecruzado que recuerda a las esculturas de Fred Sandback) y La dibujante (donde una pequeña figura de mujer parece dibujar una línea que se extiende por la pared enrollándose sobre sí misma), no solamente vemos semejanzas a nivel formal, sino que las primeras ideas suscitadas en el espectador son también semejantes: las protagonistas parecen sondear el espacio más allá de sus posibilidades en un ejercicio meta-narrativo que acaba inevitablemente remitiendo a la solitud y clausura de las propias personajes. El vacío del blanco las devuelve hacia sí mismas. Y estas concurrencias son frecuentes en la serie “Trabajos forzados”, también de Porter. Todas ellas recurren a una elegante teatralidad que reviste al espacio expositivo mismo y lo convierte en una suerte de escenografía dirigida a captar la atención del espectador de inmediato, sin llamar a la puerta. Se trata, pues, de un espacio que obliga al espectador a involucrarse en una reflexión que, no exenta de sucintos tintes de crítica política enmascarada en realismo mágico, resulta enormemente efectiva –a pesar de ser en ocasiones un tanto efectista– para con las miradas curiosas y los amantes de los relatos sugerentes no tan exquisitos con la “pureza” de un objeto artístico inequívoco. De ahí el acierto del título de la exposición y de la pieza en vídeo que le da nombre, ya que sus trabajos –tal vez más que obras de arte al uso– parecen ser propiamente cuentos visuales narrados a través de objetos u obras de teatro actuadas por marionetas que han logrado zafarse de sus hilos y ahora se proponen contar su propia historia de liberación. Estas figuras, en la modestia de su pequeñez, abordan aquello que queda más allá de su mundo para conquistar el nuestro y, desde su realidad en miniatura, hacernos reflexionar sobre las posibilidades del tiempo y del espacio que nos rodean. Por ello, curiosa cuestión también que la galería donde se hayan expuesto se llame precisamente así: Espacio Mínimo.

Detalle de La anarquista, expuesta en una de las paredes de la Galería Espacio Mínimo.

Vemos en esta exposición, pues, un conjunto de obras que –de forma modesta y fuera de todo alarde– comprende recursos como la fotografía, el vídeo, la instalación y el ensamblaje, pero que a pesar de esta variedad conserva de buena manera su coherencia interna y mantiene una línea argumental clara. En definitiva, la propuesta es tan sencilla en su puesta en escena como rica en algunos otros aspectos. Liliana Porter es capaz de proyectar atractivas historias a través de elementos muy simples y cotidianos. Y, desde luego, no tiene “mala mano” si de ello se trata. Su exposición es toda una aventura repleta de inputs visuales y de recursos variopintos que sirven a un fin mayor; el de llamar y obligar al espectador a transitar sus piezas. Al fin y al cabo, la exposición y el proyecto son, sobre todo y principalmente, eso mismo que sobrevuela las ideas de estas últimas líneas: un muy sugerente ejercicio narrativo que involucra al espectador.

Absténganse de venir puristas del arte plástico y cleptómanos. Aquí hay mucho teatro, muchos cuentos, y también mucho que llevarse a casa.

Darío Hernández. En Madrid, a 24 de noviembre de 2024.


“Otros cuentos inconclusos”, exposición individual de Liliana Porter.
Galería Espacio Mínimo. Calle del Dr. Fourquet, 17. Madrid.
Del 12 de septiembre al 8 de noviembre de 2024.