Toque de Diana

Como es bien sabido, Diana es la advocación romana de la diosa Artemisa. Y, al parecer, el toque militar de diana, también está relacionado con la mencionada diosa.

Tiene razón, Diana Larrea, cuando comparte la atinada observación de Estrella de Diego acerca de la vida y la obra de Artemisia Gentileschi:

«Lo más dramático de la vida de Artemisia no es su violación, son las conjeturas que tres siglos después se siguen haciendo en torno a esa violación. Cuando se comprenda que Artemisia es mucho más que una mujer violada, que es una gran maestra, aun a pesar de haber sido violada, empezaremos a entender a Artemisia y no trataremos de leer entre líneas porque, aunque la tentación de abandonarse a lo morboso sigue siendo un medio eficaz para matar el tiempo, es preciso evitarla, como siempre sucede con las tentaciones». (Estrella de Diego: La mujer y la pintura del XIX español. Cuatrocientas olvidadas y alguna más. Ensayos Arte Cátedra. Madrid. 2009. p. 69).

Tienen razón también las estudiantes de Bellas Artes de la Universidad de La Plata, Guillermina Cabra, Camila García Martín y María Cristina Fükelman, cuando se quejan de que esta sexualización de la interpretación no se da de un modo equivalente cuando se produce el estudio de la obra de otros artistas masculinos:

«Esta situación se ejemplifica claramente al tener en cuenta que, en las obras de Miguel Ángel y Caravaggio, no se centran los análisis alrededor de su homosexualidad, y muchas veces ni siquiera es mencionada, mientras que en la obra de Artemisia el hecho de que fue violada pareciera ser central y fundamental para entenderla». (Guillermina Cabra, Camila García Martín y María Cristina Fükelman, “Artemisia Gentileschi, una revisión desde el análisis historiográfico”, Facultad de Bellas Artes, Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, 2016).

No es mi intención tampoco hablar de su obra tan solo en relación con su violación. Pero qué duda cabe de que la violación de Artemisia ha introducido un plus hermenéutico en la lectura de sus cuadros. No he sido yo, sino precisamente las principales teóricas del debate feminista en torno a su obra las que han insistido en este extremo. De hecho, Griselda Pollock, en su célebre ensayo sobre Artemisia Gentileschi, discute precisamente este plus hermenéutico no solo con los intérpretes tradicionales de la historia del arte, sino específicamente también con aquellas críticas feministas, como Mary Garrard (Artemisia Gentileschi: The Image of the Female Hero in Italian Baroque Art, Princeton University Press,1989) que se centran en las grandes obras narrativas de Artemisia Gentileschi sobre “mujeres heroicas”: tales como Susana, Judit, Cleopatra y Lucrecia. Casi las mismas de las que estamos haciendo aquí objeto de debate. Así, para Mary Garrard, si la Susana y los viejos anticipa la escena del acoso sexual antes de la violación, “la decapitación de Holofernes ofrece un equivalente pictórico pasmosamente exacto del castigo de Agostino Tassi” (id. p. 208).

Y sin embargo, como la propia Griselda Pollock reconoce: «seguimos imaginando el cuadro como Mary Garrard nos lo representa, en términos de una escena de amenaza de violencia sexual infligida por el hombre». (Griselda Pollock, “La heroína y la creación de un canon feminista” en Karen Cordero Reiman e Inda Sáenz (compiladoras), Crítica feminista en la teoría e Historia del arte, Conaculta, FONCA, Ciudad de México, 2001, p. 181).

Ha sido por su parte Patricia Mayayo la que ha llamado la atención sobre la contradicción que asalta a los estudios feministas de historia del arte, de la que resulta muy difícil escapar. Entre la sexualización de su discurso y ―lo que es peor― la hipersexualización del mismo, difundida por el propio agresor, Agostino Tassi, al presentarla en el proceso judicial como un monstruo de lujuria, que la terminan «atrapando sin remisión en la jaula de “la feminidad”» (Patricia Mayayo, Historias de mujeres, historias del arte, Cátedra, Madrid, 2000, p. 32).

Se trata de una contradicción de la que es muy difícil escapar. Si se señala la condición femenina de las artistas para hablar de su obra, parece que ya se está sexualizando y que, en consecuencia, la estamos discriminando como mujer. Si, por el contrario, se ignora y se desdeña esta condición y se somete su discurso al pretendido análisis objetivo de la “historia del arte”, el resultado será el desprecio y el olvido de las mujeres, al que la historia del arte nos tiene acostumbrados. Como, con razón, señalan Karen Cordero e Inda Sáenz: «En el campo de la historia del arte, el punto de vista del hombre blanco occidental, inconscientemente aceptado como el punto de vista del historiador del arte, puede resultar y resulta de hecho, inadecuado no solamente al considerar cuestiones morales y éticas o por su elitismo, sino por razones únicamente intelectuales» (Cordero y Sáenz, loc. cit. p. 17).

En contra de este olvido, la artista Diana Larrea viene haciendo desde hace ya un par de años, en su muro de Facebook, un trabajo encomiable, de reivindicación de la vida y la obra de mujeres artistas ignoradas por la historia del arte. Con ello sigue y continúa la labor de otras mujeres artistas como Concha Mayordomo, quien, desde hace años, viene publicando en su blog personal una interesante sección dedicada a las mujeres artistas e historiadores del arte. O, como el trabajo más anónimo pero no menos encomiable de la artista Marisa González, editando numerosas entradas de la Wikipedia, dedicadas a mujeres artistas. La última de las cuales ―que yo sepa― se la dedicó a la gran Marina Vargas.

Tal vez por eso, Juan Francisco Casas, en su soberbia exposición “Non piangere”, en la galería Fernando Pradilla de Madrid, en la que dialoga directamente con la obra de Artemisia Gentileschi, haya decidido evitar explícitamente la cuestión de su violación. Como, con razón, le dijo a Javier Díaz Guardiola, en la entrevista que le hizo para ABC Cultural: «Pues al final te quedas con la anécdota, una anécdota que suelo evitar, que es la de su violación, porque es subrayar el valor de una mujer en relación a lo que un hombre hace con ella». (Javier Díaz Guardiola, Juan Francisco Casas: «Que la mujer se dedique al arte es un acto heroico», en ABC Cultural, Madrid, 6/06/2020).

Ilustración: Juan Francisco Casas: ArtemisiaJudithBea, 2016, díptico, bolígrafo BIC sobre papel. Actualmente en la exposición “Non piangere”, en la galería Fernando Pradilla de Madrid, marzo-agosto de 2020.

Por Miguel Cereceda

Miguel Cereceda es profesor de Estética y teoría de las artes en la Universidad Autónoma de Madrid, crítico de arte y comisario independiente de exposiciones. Ha publicado El lenguaje y el deseo, El origen de la mujer sujeto y Problemas del arte contemporáne@. Su último libro, sobre teoría de la crítica, "Parcial, apasionada, política", se publicó en la editorial Árdora, en Madrid, 2020. Ha sido profesor invitado en las universidades de Potsdam (República Federal Alemana) y UDLAP (México).